lunes, 15 de julio de 2013

LA EFIGIE DE DON FRANCISCO TERRONES DEL CAÑO


            Artículo escrito por Maudilio Moreno Almenara


 Introducción

 
Escribimos este pequeño artículo como humilde homenaje de nuestra cofradía de la Santa Vera Cruz de Andújar al obispo D. Francisco Terrones del Caño en el cuarto centenario de su muerte. Fue uno de los hijos más ilustres y destacados de nuestra ciudad, muy querido por el mayor monarca de la Cristiandad: D. Felipe II. Pasó buena parte de su vida fuera de su ciudad natal, a caballo entre Granada, Madrid, Tuy y León, precisamente así fue como logró el gran prestigio que tuvo en su tiempo, no obstante, nunca olvidó su Andújar del alma, y en ella quiso que sus restos mortales descansasen para siempre. Escribió un famoso tratado, llamado Arte o Instrucción de Predicadores, publicado unos años después de su muerte, en concreto en 1617.
 
Ahora, su memoria permanece lamentablemente olvidada a tenor de que no ha habido ni un leve recuerdo en esta efemérides para quien fue el artífice de la traída de la reliquia de San Eufrasio, patrón de Andújar y de la diócesis de Jaén.
La cofradía de la Vera Cruz, que fue su primera escuela cristiana merced al cargo de gobernador que ostentó su padre, D. Lorenzo Terrones, no le olvida y pretende en estas breves letras ensalzar su figura y recordarla poniéndole rostro. Un rostro que necesitamos, porque durante la Guerra Civil su efigie, que presidió el presbiterio de la iglesia de San Bartolomé, fue salvajemente mutilada y al parecer, con ello, su memoria. Pero esta cofradía, que cuenta con más patrimonio inmaterial que material, sabe ser calladamente agradecida con quienes, de un modo sobresaliente, han forjado su Historia con letras de oro. Su legado podrá haber sido parcialmente destruido a lo largo del tiempo por la barbarie de las guerras, pero su memoria no, para eso estamos los suyos.    
 
  

En un lateral de la capilla mayor de nuestra parroquia de San Bartolomé existe una larga inscripción[1] con una singular forma, rematada en el frontón superior con el escudo de un obispo. Éste no es otro que el de D. Francisco Terrones del Caño (1551-1613), obispo de Tuy y de León y confesor del rey Felipe II.

La forma de la inscripción deja un espacio vacío en forma de “L”, en la que se dispuso un rebanco o peana sobre la que quedó instalada su estatua orante,[2] hoy conservada en dependencias parroquiales. La estatua fue decapitada durante la Guerra Civil, lo que nos ha privado de conocer el rostro de uno de los personajes más ilustres de Andújar.
 
 
Igualmente el sepulcro del obispo fue profanado, esparciendo sus restos mortales, aunque la urna aún se conserva en el patio de la parroquia. Se trata de una sencilla caja de piedra donde se introdujeron en su día sus huesos, procedentes del convento de San Agustín de Mansilla, lugar donde fue enterrado en 1613.    
 
 
El monumento funerario fue terminado en el año 1651, es decir, casi cuarenta años después del óbito del obispo. Para cumplir sus deseos fue desenterrado de su sepulcro de Mansilla, siendo ya su cuerpo meros huesos, que se introdujeron en esta urna dispuesta junto a su estatua orante.
La razón de este privilegio no fue otra que la concesión por el obispo de Jaén, D. Sancho Dávila y Toledo, el día 14 de febrero del año 1607 del patronazgo de la Capilla Mayor de la iglesia parroquial de San Bartolomé de Andújar (GALIANO, 2003, 243). Como contrapartida, D. Francisco se comprometía, entre otras cosas a finalizar la construcción de la iglesia de San Bartolomé, ya que dos bóvedas de la nave del Evangelio estaban aún sin cubrir. Se trata de las dos bóvedas más próximas a la torre, es decir, aquella en la que se encuentra el retablo de San Antonio y la contigua. Por aquel tiempo, un testigo declaraba que “...arreconocido que las dos bobedas de la nave colateral del lado del evanjelio, la deensima del altar de Sn Joseph Y la que le sigue Son de diferente obra de las demás.”.[3] Efectivamente estas dos bóvedas son diferentes y fueron las que remató D. Francisco Terrones. En cuanto al altar mencionado, sabemos por un testamento del año 1759 que existía por aquel entonces en la iglesia de San Bartolomé (PALOMINO, 2003, 152), y estaría donde hoy se encuentra el de San Antonio, instalado tras la Guerra Civil.
 
 
Además, se obligó a construir el retablo mayor, que hasta la Guerra Civil presidió el presbiterio, así como dos púlpitos, reja de madera, cripta, etc., todo ello a cambio de que entre otras cosas, su familia pudiese ser enterrada, en exclusividad, en la nueva cripta.  
La tardanza en la ejecución total de estos compromisos debido a sus elevados costes y algunos cobros que quedaron pendientes a su muerte tuvieron como consecuencia una nutrida documentación que aún hoy se conserva. Uno de estos documentos, es un libro que recoge numerosas noticias del patronazgo y el cumplimiento de sus obligaciones, realizado a mediados del siglo XVII y que posiblemente fue compuesto por sus sucesores para reunir toda la extensa documentación dispersa generada hasta ese momento. En este libro destaca la anotación de que el retablo mayor fue realizado por el retablista Francisco de Erias,[4] dato hasta ahora desconocido.
 
 
Este entallador y constructor de retablos, trabajó en talleres tan relevantes como el de Blas de Bliñón o el de Sebastián de Solís, al que se adjudican notables obras retablísticas como el que presidió la capilla mayor de Santa María de Andújar, o el de la Catedral de Jaén. Aparte se le atribuyen obras tan sobresalientes en imaginería como el grupo del Calvario de Jaén e incluso la imagen de Jesús Nazareno, el Abuelo.
Francisco de Erias hizo en 1611 el retablo mayor del Santuario de la Virgen de la Cabeza siguiendo el diseño de su maestro Sebastián de Solís (DOMÍNGUEZ, 2010, 263-264). Ese mismo año había finalizado el retablo mayor de San Bartolomé, encargado por D. Antonio Terrones Robles en representación de su primo D. Francisco.[5] El dorado no se hizo esperar, concertándose el 16 de enero de 1612 con el dorador de Andújar, Juan Martínez (GALIANO, 2003, 243). 
No se conservan fotografías completas del retablo, aunque sí dos instantáneas, una de la parte baja y otra de la parte alta.[6] A partir de éstas puede advertirse que fue de tres calles separadas por columnas estriadas doradas. En la coronación de las calles laterales se dispusieron las armas de D. Antonio Terrones Robles y quizás las de su esposa Dª María Terrones del Caño.[7] La calle central quedó rematada con una talla de Cristo crucificado. La mayoría del retablo se compuso con lienzos, que nos describió D. Enrique Romero de Torres en su Catálogo Monumental de la Provincia de Jaén. Éstos fueron: El central, de tamaño natural con el Martirio de San Bartolomé y a los lados en formato apaisado varios lienzos con pasajes de la Pasión: Jesús en el Huerto, Cristo Flagelado, Cristo coronado de espinas, Cristo en la calle de la Amargura... Los lienzos laterales, según la descripción de D. Enrique, eran mejores en calidad que el central.
Estas pinturas debieron encargarse en estas fechas. Como dato a tener en cuenta, en las listas de hermanos de la cofradía de la Santa Vera Cruz de Andújar de finales del siglo XVII se menciona a un pintor local, llamado Alonso Camacho, padre de Bernabé Camacho, que no sabemos si también lo fue.
En una de las fotografías conservadas puede apreciarse la parte baja del retablo, una vez que delante de él, y tras la Desamortización del año 1835, se había instalado en la capilla mayor el coro del entonces suprimido convento de los Mínimos de la Victoria:
 
 
Como curiosidad, y según nos informa el Dr. Domínguez Cubero, participó en las obras del retablo del Santuario realizado por Francisco de Erias un artista llamado Alejo de Arteaga, que hizo en yeso unas cartelas donde quedaría asentado “la osamenta” del retablo (DOMÍNGUEZ, 2010, 265). Pues bien, este artista que trabajó en el Santuario de la Virgen de la Cabeza hacia 1611 también aparece en las listas de hermanos de la cofradía de la Vera Cruz de finales del siglo XVI, como entallador, es decir, como escultor:
 
Tras hablar de las obras acometidas por D. Francisco como patrono de la Capilla Mayor de San Bartolomé, nos centraremos en su figura. Fue el hijo más destacado de la numerosa prole (12 hijos) que tuvo D. Lorenzo Terrones, gobernador de la Cofradía de la Vera Cruz de Andújar[8], con Dª Ana del Caño.

 
 
Muchos de sus hijos adquirieron importantes rangos eclesiásticos y civiles. Así, D. Lorenzo Terrones, de igual nombre que su padre, pasó a América donde fue oidor en la ciudad de Méjico y perteneció al Consejo de la Inquisición y Guerra. Otro hermano del obispo fue D. Antonio Terrones, Colegial Mayor del Colegio de Cuenca, también del de Salamanca, Canónigo Magistral de la Santa Iglesia de León, Canónigo de la Iglesia de Toledo, etc. D. Francisco Terrones del Caño fue Colegial Mayor del Real Imperial Colegio de la Ciudad de Granada, Canónigo Magistral de la Santa Iglesia de Granada, Predicador insigne del Rey Don Felipe II y del Consejo de la Inquisición, Obispo y Señor de Tuy y después de León.
Tuvo igualmente D. Francisco, otros dos hermanos frailes: Fray Mauro, de la orden benedictina y Fray Juan Terrones, de la orden de San Francisco de Asís.
El patronazgo de la capilla recayó en su primo D. Antonio Terrones Robles en tanto estuviese casado con su sobrina Dª María Terrones Villarreal, hija de su hermana Catalina, una de las razones de que este patronazgo fuese a parar a su primo es que como hemos indicado muchos de sus hermanos fueron religiosos, de ahí que no tuviese muchos sobrinos.
D. Antonio Terrones Robles, que al contrario que sus parientes permaneció la mayor parte de su vida en Andújar aunque fuera natural de Jaén, fue regidor perpetuo de la ciudad y su primer historiador, publicándose en el año 1657 el libro sobre la Vida y Martirio de San Eufrasio.

 
Tal y como nos relata el historiador D. Carlos de Torres Laguna en su libro Andújar Cristiana, fue el obispo D. Francisco Terrones quien al coincidir con el Padre Fr. Pedro Barba, Abad de San Benito el Real de Valladolid y General de su Orden, hablaron de las reliquias del mártir San Eufrasio existentes en una iglesia custodiada por la orden benedictina en Valdemao. En ese preciso instante el Obispo pidió al General de la Orden Benedictina, una reliquia aunque este último requirió que fuese con licencia expresa del rey.
Dada la enorme influencia del obispo en la corte del Rey Felipe II la licencia no se hizo esperar, de tal modo que su mediación y el afán del monarca por “coleccionar” reliquias para el monasterio del Escorial del rey, hicieron el resto. Fue así como en 1596 se sacaron del sepulcro, un hueso del brazo de San Eufrasio para la ciudad de Andújar y tres más pequeños para el rey. Unos meses más tarde, en concreto el 11 de Mayo de 1597, el hueso del brazo de San Eufrasio llegaba a Andújar.
Resulta curioso que la reliquia fuese al convento de los Trinitarios de Andújar y no al de San Francisco o a la iglesia de San Bartolomé, probablemente se deba a la mediación de su patrono, D. Alonso Serrano de Piédrola, también hermano de la Cofradía de la Vera Cruz. Esta vinculación a través del núcleo principal de hermanos de la cofradía de la Vera Cruz se hizo valer en la traída de la reliquia y en su instalación en un lugar preeminente del nuevo convento trinitario.

 
Es posible que el primer intento fuese en el convento de San Francisco, pero también es probable que el linaje Cárdenas, que tenía el patronazgo del convento franciscano, no congeniara especialmente bien con los Terrones, tal y como nos señala el insigne historiador Bartolomé Bennassar (BENNASSAR, 1983, 319).
Puede considerarse un recelo bastante normal de un rancio abolengo andujareño como el de los Cárdenas, ante la meteórica carrera e influencia que adquirieron los Terrones entre los siglos XVI y XVII.


 
La reliquia se dispuso en un relicario en forma de brazo, cuya ejecución recayó en el escultor Francisco de Erias, el mismo al que el obispo D. Francisco Terrones encargó el retablo mayor de San Bartolomé.
Posteriormente, en el año 1608, se le hizo el definitivo relicario de plata, por el platero de Baeza, Alonso de Bonilla (PALOMINO, 2003, 213-214).
Pero toda esta pléyade de insignes personajes, muchos de ellos vinculados de modo directo o indirecto con la Cofradía de la Vera Cruz, cobran especial significación cuando se les pone rostro. Así, hemos encontrado un cuadro, custodiado en el Museo de Bellas Artes de Granada, pendiente de restauración y en regular estado de conservación,[9] que no obstante, retrata al obispo D. Francisco Terrones del Caño. Procede del Colegio de Santa Catalina de la ciudad, que nuestro obispo presidió, formando parte de la galería de sus personajes ilustres.  

 
Sirvan pues estas letras para conocer el rostro del hijo más ilustre de nuestro gobernador D. Lorenzo Terrones. Un personaje que no ha merecido ningún reconocimiento en nuestra ciudad, al contrario que en la capital cordobesa, donde tiene una calle[10] en el barrio de San Basilio.

 
Un hecho curioso en su vida es que el papa Paulo V le oyó predicar en Madrid con motivo de la visita realizada por su Santidad para otorgar la rosa de oro a la infanta doña Isabel, quedando admirado de su capacidad oratoria.
 
 
Este sumo pontífice le envió facultad para que bendijera más de 200 imágenes, cruces o medallas, concediéndoles muchísimas indulgencias (GALIANO, 2003, 215). Curiosamente fue Paulo V quien benefició en 1606, con una bula de agregación a la Archicofradía del Santo Cristo de San Marcelo en Roma, a la cofradía de la Santa Vera Cruz por la que tanto se había desvivido D. Lorenzo Terrones, padre de nuestro obispo.
Es posible que el hijo de D. Lorenzo, Francisco, que recibió el nombre de la orden en cuyo convento andujareño tenía sede su cofradía de la Vera Cruz, intercediera ante el Papa, que tanto le admiraba. Sería así como la cofradía vino a ser recompensada por esta insigne familia y su influencia, quedando su nombre marcado con letras de oro en la Vera Cruz de Andújar. Qué paradoja de la Historia, que el presbiterio que él quiso para entierro suyo, el de su padre, insigne gobernador de la Vera Cruz y el de sus sucesores, sea hoy, cada Cuaresma, donde reciban solemnes cultos los titulares de su cofradía, cuando en su tiempo nunca fue su sede esta iglesia. En nuestros corazones veracruceros, D. Francisco Terrones, patrono de la Capilla Mayor de San Bartolomé, está presente, pues su capilla nos cobija cada año como si nos invitase a su casa, a esta cofradía que fue la morada inmaterial de su amado padre.[11]      
 
 
En pequeño homenaje a nuestro más insigne andujareño, esta cofradía a partir de un pequeño sello conservado cuando era obispo de Tuy, ha realizado otro con el objetivo de incorporarlo a algún elemento de nuestra Estación de Penitencia, para reivindicar su memoria y que él nos acompañe como lo haría de pequeño cuando su padre era gobernador de la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Andújar. 


 
BIBLIOGRAFÍA.
 BENNASSAR, B. (1983): La España del Siglo de Oro, Barcelona.
DOMÍNGUEZ CUBERO, J. (1985): Monumentalidad religiosa de Andújar en la Modernidad, Jaén. 
DOMÍNGUEZ CUBERO, J. (2010): “Retablos mayores en el Santuario de la Virgen de la Cabeza”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 202, 255-275.
GALIANO PUY, R. (2003): “Biografía del doctor D. Francisco Terrones del Caño, predicador real y obispo que fue de Tuy y León”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 183, 207-255.
PALOMINO LEÓN, J. A. (2003): Ermitas, Capillas y Oratorios de Andújar y su término, Jaén.
TORRES LAGUNA, C. (1956): Andújar Cristiana, Andújar (Jaén).



[1] La inscripción está dividida en tres zonas. La que nos interesa, que es la superior, presidida por su escudo episcopal, alude al obispo D. Francisco Terrones del Caño y dice así: Aquí yace el Ilmo. Sr. D. Francisco Terrones del Caño. Fue Colegial Mayor del Real e Imperial Colegio de la Ciudad de Granada, Canónigo Magistral de la Santa Iglesia de la Ciudad de Granada, Predicador insigne del Rey D. Felipe II y del Consejo de la Inquisición, Obispo y Señor de Tuy y después de León. Murió en edad de 63 años en el año 1612 (es una errata, murió a los 62 años en 1613). Fundó las memorias y aniversarios en esta Capilla, de la que era patrono y dejó para la fábrica de ella 1000 ducados de renta y por patrono de ella y de las memorias a D. Antonio Terrones Robles, su primo hermano, Regidor Perpetuo de la ciudad de Andújar (GALIANO, 2003, 247).
[2] Las estatuas orantes aparecen siempre de rodillas con las manos juntas, de ahí la forma en L que tiene el recuadro blanco, donde en otro tiempo estuvo la estatua que ahora se encuentra en dependencias parroquiales.
[3] Anteriormente y a efectos de conocer las capillas colaterales existentes se menciona que “En la nave colateral del evanjelio, no están cubierta Oy aquella en cuio arco esta El Santo Chirsto En la cruz ni al final de esta obligazon estava cubierta la de Sn Roque que en mi tiempo se vendio al lizdo Benito Ximenez Y El le hisso la bobeda que si tiene...” Se trata de testimonios que tienen que ver con un litigio por el patronazgo de la capilla y cuyos compromisos tardaron en cumplirse unos años por la muerte de D. Francisco Terrones del Caño. En lo que respecta a las devociones existentes en la parroquia, J. Palomino nos informa de la existencia de un Santo Cristo de las Penas, que debió ser este mismo Cristo en la cruz que menciona el documento, puesto que la anotación primera de Palomino es del año 1682, próximo en fecha a la del documento que mencionamos (PALOMINO, 2003, 151-152) pero que no explicita qué tipo de  escenografía de la Pasión se representaba con la imagen. 
[4] Se indica que la hechura del retablo costó 2.500 ducados en su totalidad (incluyendo lienzos), además de 700 ducados más para dorarlo. En otra parte del documento se indica que D. Antonio Terrones Robles, como sucesor en el patronazgo hizo un memorial y declaración de las deudas que tenía su primo respecto a los compromisos adquiridos por su patronazgo. Se hace mención a los pagos efectuados, indicándose “a franco de irias de seiszientos Ducados en que se Concertó azer el retablo dela dcha Capilla, se le andado Duzientos Dus Por mano deantonio lopez de zuñiga de que ai Carta de Pago y mas lea pagado otras partidas, Dn  Antonio Terrones Rexidor de anduxar devere El Resto....”  
[5] Es probable que al igual que en el caso del retablo del Santuario de la Virgen de la Cabeza, las trazas fueran proporcionadas por Sebastián de Solís, ya que tenía un aire similar al que hubo en el presbiterio de Santa María de Andújar hasta la Guerra Civil, que está documentado como obra suya.
[6] Esta fotografía se conservaba en la parroquia. Se hizo con motivo del monumento realizado en el altar mayor para los cultos del Sagrado Corazón. Para esta ocasión se ocultó casi todo el retablo con una tela, que no obstante, no alcanzó el remate del retablo.
[7] Existía parentesco entre ambos cónyuges. Dª María Terrones del Caño era sobrina del obispo, mientras que D. Antonio Terrones era su primo. Estos casamientos no fueron infrecuentes entre la nobleza, en muchas ocasiones se buscaba la obtención de privilegios. 
[8] Como tal figuró en la Concordia celebrada con la cofradía de Santo Domingo de Andújar, del año 1654  (el que aparece en la fotografía) y también en la Concordia celebrada con el convento de San Francisco de Asís de Andújar, del año 1679. Archivo de la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Andújar.
[9] En la actualidad estamos gestionando la obtención de una mejor fotografía del cuadro, único que sepamos en el que se retrata el rostro de este insigne andujareño.
[10] La causa es que los abuelos de D. Francisco eran naturales de la localidad cordobesa de Villafranca. Pensamos que serían los padres del gobernador de la cofradía D. Lorenzo Terrones, ya que su mujer, Dª Ana del Caño, era hija de Juan del Caño el Viejo y Catalina Rodríguez, que sepamos, oriundos de Andújar. 
[11] Sabemos que bajo el presbiterio de San Bartolomé existe una cripta que fue enterramiento de este linaje. Desconocemos si fue saqueada también durante la Guerra Civil o permanece oculta a día de hoy sin daños. Lo que sí sabemos es que fue deseo (no sabemos si cumplido por sus sucesores), que los padres de D. Francisco, es decir, Dª Ana del Caño y nuestro gobernador, D. Lorenzo, descansasen allí. Cabe pues la posibilidad de que los restos mortales de uno de nuestros más insignes gobernadores esté con su cofradía cada Cuaresma, cuando su Santa Vera Cruz celebra solemnes cultos a sus titulares, más de cuatrocientos años después de su muerte.