miércoles, 25 de marzo de 2015

UNA MEDALLA BARROCA DE LA VIRGEN DE LA CABEZA EN LA COFRADÍA DE LA SANTA VERA CRUZ DE ANDÚJAR

Maudilio Moreno Almenara

 
Con humildad y maestría, directa y a la vez profunda, la Presidenta de la Real e Ilustre Cofradía Matriz de la Santísima Virgen de la Cabeza de Andújar, Dª Inmaculada Maldonado Tenorio, nos regalaba en el año 2006 un pequeño artículo titulado Pasión y Gloria en nuestro boletín Lignum Crucis.
En su condición de máxima representante de la citada Cofradía Matriz que fue, junto con la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Moguer, madrina de la bendición de las imágenes de la Santísima Virgen de los Dolores y de San Juan Evangelista, nos aportaba en este artículo lleno de matices y de verdad, un camino de Gloria común. La Cofradía de la Santa Vera Cruz y la Matriz de la Santísima Virgen de la Cabeza tienen un vínculo indisoluble: “un centenario terminado en 27”. Fue en 1427 cuando nuestra cofradía de la Vera Cruz vio nacer su legendaria andadura, y fueron justo dos siglos antes, cuando se aparecía nuestra excelsa patrona. Que duda cabe que estaremos juntos en la Historia por estos avatares del destino. Y que mejor nombre para ese artículo, Pasión y Gloria, como dos caras de una misma moneda, indisolubles siempre. Qué acierto y qué maravilloso discurso, profundo y sincero. Releedlo, vale la pena.
En homenaje a nuestra cofradía hermana, a esa simbiosis de sentimientos, unos más contenidos y otros más efusivos, en la humildad y en el regusto por esa Historia común, que gusta a esta centenaria cofradía, este año la Santísima Virgen de los Dolores lucirá en su pecho por primera vez, una antigua medalla barroca de la Santísima Virgen de la Cabeza. Como no podía ser de otro modo, hemos querido recoger, junto a la espada de plata, marfil y amatista que atraviesa el corazón de nuestra delicada titular, una representación de la Cofradía Matriz que avala y refleja su dilatadísima devoción, su historia magnífica, su ser y esencia, que nos supera como simples humanos.
En homenaje a Ella, Patrona de nuestra Ciudad y de nuestra Diócesis, y aplicando el mensaje de San Francisco de Asís sobre que la “Verdad está en las cosas pequeñas”, la Santísima Virgen de la Cabeza, siempre saldrá también con nosotros cada tarde del Domingo de Ramos, cuando el suave atardecer del Cielo anuncie la fulgurante luz de las estrellas.
No ha sido fácil, tan sólo tenemos constancia de la existencia de algo menos de una decena de medallas de este tipo barroco, fechadas genéricamente entre final del siglo XVII y principios del XVIII (ESLAVA, 1996, 39), todas ellas de una plástica muy parecida:
 
 
Sin lugar a dudas son todas ellas de nuestra patrona, no sólo por su parecido formal sino también porque algunas tienen grabado en el reverso la leyenda: “N. S. DE LA CABEZA” o “N. S. DE LA CAVEZA”, confusión “B” “V” propia del Barroco (siglos XVII-XVIII):
 
 
De este conjunto de medallas, hemos adquirido una de las mejor conservadas. Tan sólo se aprecia un mayor desgaste en la zona de la cabeza y la corona, debido probablemente a la costumbre de tocar esta parte para que la Virgen se acordase del devoto o devota que la llevase:
 

 
Es también una pieza singular dentro del grupo porque además de ser de las de mayor tamaño, la mayoría son del tamaño de la yema de un dedo, cuenta con una marca o contraste de origen con un león rampante, lo que indica inequívocamente que la medalla fue realizada por un platero cordobés. El león rampante fue la marca de Córdoba desde el siglo XVI. Se sabe que primero apareció junto con la leyenda: “COR”, que dejó de utilizarse ya en el siglo XVII para quedar tan sólo el león, con o sin corona (ORTIZ, 1980, 23).
 
 
Se da la circunstancia que también las desaparecidas andas de plata de la Virgen de la Cabeza fueron realizadas en Córdoba, por los plateros Sebastián de León y Rodrigo de León (DOMÍNGUEZ, 1989, 97-99).
Este tipo de marcas eran obligatorias en las piezas de plata e indicaba que el metal era de calidad contrastada. No obstante, a veces no se incorporaba, bien por que no se trataba de un encargo oficial, bien porque quien la adquiría no lo exigiese. Suponemos por ello que perteneció a una persona de cierta relevancia social, con quien fuese necesario certificar que la plata era legal, lo que no es óbice para que tuviese igualmente un fervor suficiente como para querer que la Santísima Virgen de la Cabeza colgase de su pecho para siempre. Ricos y pobres, personas humildes y adineradas se unían en la Romería, que igualaba a todos en el fervor a la Reina de Sierra Morena. Los talleres plateros de Córdoba tenía un reconocido prestigio, superior al del resto de Andalucía, aun cuando la privilegiada situación de Sevilla, puerto de Indias, le otorgaba cierta ventaja a la hora de competir con los orfebres de la ciudad de la mezquita.
La plata americana con la que se hizo esta medalla, también alude al imperialismo español de esos siglos, a su carácter de “dueños del Mundo” y al sufrimiento anónimo para extraer el preciado metal.  
 
 
Una plata que también es un recuerdo a la evangelización franciscana en América, allí hay ciudades que rememoran a los franciscanos, como Vera Cruz, San Francisco o los Ángeles, en recuerdo a la Virgen de los Ángeles patrona de los franciscanos, y que llevamos a gala en la delantera de nuestro paso del Nazareno: “La aparición de la Virgen de los Ángeles a San Francisco en la Porciúncula”.  
 
Destacó en este papel evangelizador San Francisco Solano, natural de Montilla (Córdoba), que subió a los altares en el año 1787.
 
 
El contexto histórico de estas medallas lo tenemos reflejado en el magnífico cuadro del museo del Santuario, fechado a finales del siglo XVII, en concreto en época del rey Carlos II, último de la dinastía Austria. Este soberbio documento “periodístico” de la época fue realizado por el pintor Bernardo Asturiano.
 
 
Especialmente llamativos son los detalles de la procesión, de una calidad extraordinaria y donde destacan los personajes más sobresalientes de la sociedad andujareña del momento. No cabe duda que el pintor vivió esta Romería de su época, manteniendo en su retina las escenas vividas. Aparecen aquí también las magníficas andas de plata realizadas en Córdoba en 1581. 
 
 
Es posible que una de estas personas que aparecen en el cuadro portase hace ya más de 300 años la medalla que hemos adquirido:
 
 
  No son estas medallas de cofradías, sino piezas devocionales, como ya apuntó Juan Eslava Galán “...una gastada insignia que acompañó a alguien con fervor o rutinariamente, quizá durante toda la vida...” (ESLAVA, 1996, 38).
Se trata pues, de un sencillo homenaje a nuestra cofradía hermana, que compartió años con la Cofradía de la Vera Cruz la iglesia del antiguo convento de San Francisco allá por la primera mitad del siglo XIX, cuando el templo franciscano fue improvisado Santuario de la Virgen de la Cabeza.
 


 
 
BIBLIOGRAFÍA.
 

DOMÍNGUEZ CUBERO, J. (1989): “La custodia del Corpus Christi de Andújar, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 140, pp. 89-99.

ESLAVA GALÁN, J. (1996): “Una Medalla de la Virgen”, en AA.VV.: La Virgen de la Cabeza. Iconografía y culto popular, pp. 38-39, Andújar (Jaén).

ORTIZ JUÁREZ, D. (1980): Punzones de platería cordobesa, Córdoba.

 

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por, de alguna forma, unir estas dos devociones que cómo bien dices siempre han estado ligadas.

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  2. Muchas gracias por el artículo y por la informacion de la medalla. Segun las marcas de platero en este caso puestas del revés, creo que corresponden a Damián Castro(1716-1793), famoso platero cordobés https://es.wikipedia.org/wiki/Dami%C3%A1n_de_Castro

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