LAUS DEO, VIRGINIQUE MATRI
jueves, 29 de octubre de 2015
TERNO PARA EL MES DE ÁNIMAS 2015
Nuestros sagrados Titulares: Nuestro Padre Jesús Nazareno, Nuestra Madre y Señora, la Santísima Virgen de los Dolores, y San Juan Evangelista, ya muestran sus ternos de acuerdo con el tradicional tiempo que rememora a nuestros hermanos y hermanas difuntos.
jueves, 15 de octubre de 2015
CULTOS A LA EXALTACIÓN DE LA CRUZ Y JURA DE CARGOS
TU SOLUS DOMINUS, TU SOLUS ALTISSIMUS IESU CHRISTE,
CUM SANCTO SPIRITU IN GLORIA DEI PATRIS
Los pasados días 11, 12 y 13 de septiembre, tuvo lugar en la parroquia de San Bartolomé Apóstol, de Andújar, actual sede canónica de nuestra Hermandad, el Solemne Triduo en honor, homenaje y para mayor gloria de NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO, con motivo de la conmemoración, por parte de la Iglesia Universal de la Solemnidad de la EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ, que Cristo lleva sobre su hombro y abraza con sus manos.
El Divino Nazareno presidió el presbiterio de nuestra Parroquia, exornado con cera de tonalidades "nazarenas" y flor roja y morada. Tras el dosel que le servía de fondo, las banderas de la Cofradía de San José que permanecen en el manifestador de mármol de cabra que ocupa este sagrado lugar durante todo el año por deseo de nuestro consiliario, que marca con ellas el tiempo de Pascua y Feria en la liturgia parroquial.
La mesa de Reglas estuvo presidida por el Santo Crucifijo recuperado para su culto público por nuestra Cofradía, que viene a recuperar la tradición del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz que nuestra corporación venerase desde sus orígenes.
Tras presidir la mesa de Reglas, el Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, Imagen Cristífiera tallada en el siglo XVI, pasó al retablo de la Cofradía, ocupando, junto a nuestra Cruz de Guía, la peana del Divino Nazareno.
En la jornada del primer día de Triduo tuvo lugar la Jura de su Cargo por parte de nuestro nuevo Hermano Mayor, don Juan Carlos Moreno Almenara, que tras pronunciar la fórmula de su juramento, selló éste con un beso sobre las Sagradas Escrituras.
Tras tomar posesión de sus funciones como gobernador de nuestra Cofradía de Penitencia, el nuevo Hermano Mayor recibió de su antecesor las llaves del manifestador que guarda la reliquia del Sagrado Lignum Crucis.
La nueva Junta de Gobierno para el próximo trienio queda integrada por:
Ntro. Hº D. Juan Carlos Moreno Almenara como Hermano Mayor
Ntro. Hº D. Jesús Jiménez Cortijos como Mayordomo
Ntro. Hº D. Maudilio Moreno Almenara como Secretario 1º y archivero.
Ntro. Hº D. Ángel Espín Galaso como Diputado Mayor de Gobierno
Ntro. Hº D. Manuel Almansa González como Promotor de Cultos y formación y Secretario 2º
Ntra. Hª Dña. Macarena Expósito Boíl como Vocal de Caridad y Convivencia
Ntro. Hº D. Daniel Sanchez Guerrero como Auxiliar de la Vocalía de Convivencia
Ntro. Hº D. José Ramón Moreno Ruiz como Auxiliar de la Vocalía de Caridad
Ntro. Hº D. Juan Carlos Agüera Salas como Prioste
Ntra. Hª Dña. Beatriz Navarro López como Auxiliar de Priostía
Al tercer día de Triduo fue ofrecido para su Adoración por los cofrades y fieles asistentes a la Sagrada Eucaristía la reliquia de la Verdadera Cruz que sostuvo el Cuerpo de Jesucristo Redentor.
El 14 de Septiembre y con motivo de la Solemnidad de la EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ, nuestra Primitiva Cofradía Pontificia celebró su FUNCIÓN PRINCIPAL DE INSTITUTO, haciendo pública Profesión de nuestra Fe Católica, en nombre de todos los cofrades de nuestra corporación penitente, nuestro Hermano Mayor y gobernador de las Escuadras Vera-cruceras, don Juan Carlos Moreno Almenara.
LAUS DEO, VIRGINIQUE MATRI
viernes, 9 de octubre de 2015
SIGNIFICACIÓN DE LA “RELIQUIA” DEL CIPRÉS DE SAN FRANCISCO DEL MONTE DE ADAMUZ (CÓRDOBA)
Maudilio Moreno Almenara
Durante el año 2014 y en conmemoración del 450
aniversario del inicio de las obras del convento de San Francisco de Asís,
ubicado hasta la Guerra Civil en la Plaza Rivas Sabater (antesala de la Plaza
de Abastos), el habitual membrete de nuestra cofradía -nuestro escudo
corporativo- fue sustituido transitoriamente por el de la Provincia Franciscana
de Granada.
El
bellísimo grabado está rematado por un ángel que sostiene una filacteria o
cinta con el nombre en latín: PROVINCIA GRANATA, provincia de Granada, y
en la parte baja figura el símbolo de la ciudad nazarí: la granada. En el
interior del escudo quedan representados dos santos franciscanos: San Juan de
Cetina y San Pedro de Dueñas, cuyos nombres también aparecen en latín.
La
incorporación del escudo al membrete no fue casual. Representa la demarcación
en la que se encontraba el antiguo convento de San Francisco desde el año 1583,
en que se segregó de la Provincia Bética, hasta 1835 en que fueron expulsados
los frailes franciscanos de Andújar como consecuencia de la Desamortización. La
Provincia franciscana de Granada abarcó las actuales de Granada, Almería,
Málaga, Jaén y la mayor parte de la de Córdoba, y su convento Casa Grande, es
decir, donde se ubicó su centro administrativo fue el de San Francisco de la
Ciudad de la Alhambra.
Por
tanto, el nuevo convento franciscano de Andújar, inaugurado en 1585, se integró
desde su fundación en esta Provincia Franciscana y nuestra cofradía se mantuvo
en él, no sólo desde la inauguración del cenobio hasta el año 1835, sino que
seguía teniéndolo como sede cien años después.
Este
escudo, por tanto, tiene una honda significación histórica para nuestra
cofradía, pues a su amparo se mantuvo 250 años. A día de hoy, la Cofradía de la
Santa Vera Cruz es único vestigio que sobrevive de aquella gloria de Andújar,
de ahí nuestra constante reivindicación del carisma franciscano.
Pero
en estas líneas no queremos redundar sobre otros temas ya tratados, como la
íntima relación entre franciscanos y Vera Cruz, sino en los mártires que
figuran en el escudo de la provincia de Granada: Juan de Cetina y Pedro de
Dueñas. No fue casual la elección de estos santos franciscanos para el
escudo de esta provincia como veremos a continuación, pues fueron martirizados
en Granada en el año 1397, cuando la ciudad estaba aún regentada por los reyes
nazaríes.
El
contexto histórico de la capital del reino nazarí entre fines del siglo XIV y
comienzos del XV era por un lado el del esplendor de una corte que se esforzaba
en crear el maravilloso conjunto palaciego de la Alhambra, pero también los
constantes conflictos entre musulmanes y cristianos. El eje del Guadalquivir
había sido consolidado por el rey de Castilla Fernando III en el siglo XIII
tras la obtención paulatina de las ciudades de Andújar, Córdoba, Sevilla y
Cádiz. La zona más montañosa de Andalucía, las cordilleras Béticas y
Penibéticas quedaron sin embargo durante mucho tiempo bajo dominio musulmán.
Abarcaba un extenso territorio que comprendía las provincias de Granada, Málaga
y Almería, además de algunos territorios de la provincia de Jaén. Nuestra
actual comunidad autónoma estaba pues dividida casi por mitad: la occidental
cristiana y la oriental musulmana. En muchas ocasiones unos y otros realizaban
escaramuzas y batallas en terreno enemigo, de tal modo que tanto por un bando
como por el contrario los prisioneros eran numerosos.
En
Granada se sabe que muchos de estos prisioneros eran condenados a trabajos
forzados, construyendo buena parte de las murallas de la ciudad. Se han
descubierto numerosas cruces en sus defensas, que era la marca que solían
utilizar sus esclavizados constructores (BARRERA, 2004, fig. 9):
Es
seguro que algunos lograron escapar y debieron contar en territorio cristiano
las enormes penurias a las que estuvieron sometidos. No era lo peor estos
trabajos de sol a sol, sino las celdas en las que se les metía por la noche.
Éstas eran meros agujeros en el suelo a modo de silos o cuevas en forma de
botella (IBID., 2004) y de unos cinco metros de profundidad, donde se
les bajaba con una escalera, retirándola a continuación. De vez en cuando y
desde la superficie se les daba algo de agua y pan. Debían hacer sus
necesidades en el mismo sitio en el que permanecían hacinados. La lluvia
entraba por el agujero encharcando el suelo de tal modo que muchos no
sobrevivían a estas penosas condiciones.
En el grabado
de la derecha se observa en la superficie los agujeros donde se disponían las
celdas, un lugar infrahumano cercano al mismísimo infierno.
Los
prisioneros relevantes eran ofrecidos a sus parientes a cambio de dinero, de un
rescate, pero la mayoría no corría esta suerte. Para poder salir de esta
situación, muchos se convertían a la religión islámica, procurando así que al
menos sus condiciones de vida mejorasen algo. En este contexto histórico, para
dar esperanza a estos desgraciados prisioneros y que no renunciasen a su
bautismo cristiano, San Juan de Cetina, llegado desde el norte al convento de
San Francisco del Monte en Adamuz (Córdoba), quiso marchar a predicar a
Granada. Quedaban aún muchos años para que la reina Isabel I de Castilla
liberase a otros cautivos en Málaga y Almería, cuyas cadenas de un modo
simbólico, quedaron instaladas en San Juan de los Reyes de Toledo, unos
terribles “exvotos” que también son reflejo de lo que decimos.
Pero antes de
analizar el viaje “sin billete de vuelta” de San Juan de Cetina, veamos cómo
era el convento cordobés en el que estuvo un tiempo.
El convento
de San Francisco del Monte existía, al parecer, desde el siglo XIII, aunque era
realmente un eremitorio de los frailes franciscanos, que vivían en las cuevas
existentes en esas sierras, acudiendo los domingos a la misa que se ofrecía en
otra cueva, estrecha y larga, que se llamaba iglesia del Santo Sepulcro. Así
estuvieron los frailes hasta que en 1394, Martín Fernández de Andújar, un
platero jubilado, vecino de Córdoba, aunque probablemente oriundo de nuestra
ciudad, donó unos terrenos que había adquirido en las partes bajas de aquellos
escarpados montes para que se fundase un convento, ingresando él como otro
fraile más.
Martín
Fernández de Andújar debíó tener mal carácter, pues los frailes intentaron
fundar el convento en otro lugar distinto del señalado expresamente por él, lo
que conllevó serias desavenencias entre ellos, llegando a insultar Martín
Fernández a los frailes, aunque finalmente y pasados unos meses, claudicó a sus
deseos tras enfermar de fuertes dolores reumáticos y ser curado por Juan de
Cetina, recién llegado al convento. Martín de Andújar reconoció que era
voluntad divina que la fundación se hiciera en esa parte de su finca y no en la
que él había pensado en principio. Por tanto, y aparte de la donación de sus
terrenos, entregó todo su dinero para edificar el nuevo convento, reservándose
para sí, tan sólo, el uso de una celda y una cama en la zona de la entrada para
continuar viviendo allí hasta el final de sus días, como así ocurrió (FROCHOSO,
2012, 27-29).
El convento
permanece hoy en estado ruinoso, quedó abandonado tras la Desamortización y ha
venido languideciendo desde el siglo XIX.
Aunque poco
suntuoso, este cenobio tuvo una gran fama por el ascetismo de sus frailes y el
rigor de sus reglas. En la abstinencia que debían guardar los frailes no podían
comer carne, huevos, pescado o caldo, es decir, estaba prohibido ingerir cosa
muerta o que saliese de cosa viva. En estos periodos sólo estaba permitido el
pan, las frutas crudas, las yerbas y beber sólo agua (IBID., 2012, 39).
Fue guardián durante un tiempo del solitario convento San Francisco Solano (IBID.,
2012, 32).
En el
denominado patio de los aljibes, de donde los hermanos tomaban el agua, existía
un ciprés, muy apreciado por los frailes. Según Ramírez de las Casas-Deza que
vio el árbol en 1839: “...tiene de alto 25 varas (unos 20 m.) y de
circunferencia de tronco 5 y 45 la copa por lo que no se ha visto otro
semejante...” (IBID., 2012, 53).
Se conserva
un dibujo del convento, asomando claramente por encima de las construcciones el
gran ciprés:
Con motivo
del viaje del rey Felipe IV a Andalucía en el año 1624, el joven monarca se
hospedó en El Carpio. Desde allí, pasó a Adamuz
con el fin de “...tomar la ceniza (era miércoles de ceniza) en
S. Francisco del Monte, convento de frailes Descalzos de la Religión Seráfica
eligiendo para este efecto lugar cuya pobreza realzase mas la excelencia del
acto tan humilde...”.
Allí estuvo
de cacería y para agasajar al rey, los frailes prepararon una recepción. Al
entrar en el patio del convento, llamado de los Aljibes, y sentarse a la sombra
del gigantesco ciprés, oyó una suavísima música, sin saber de dónde salía,
hasta que le dijeron que en el interior de la copa se habían ocultado 12
músicos con sus instrumentos, quedando el rey maravillado por el hermoso árbol
(FROCHOSO, 2012, 53).
El gran
tamaño del ciprés a comienzos del siglo XVII indica que por aquellos tiempos
podía tener más de 200 años, por lo que pudo plantarse con motivo de la
inauguración del nuevo convento de San Francisco del Monte, a fines del siglo
XIV, en tiempos de los mártires Juan de Cetina y Pedro de Dueñas.
Hoy en día,
ya arruinado el convento y muerto el legendario árbol, tan sólo queda el tocón,
debido a la extraordinaria dureza de su madera, que la hace casi incorruptible,
haciendo honor a su nombre en latín: cupressus sempervirens (ciprés
siempre vivo). Es por ello que este tipo de árboles sea frecuente en los
conventos como símbolo de inmortalidad y por su esbelta forma, representación
de la unión entre la Tierra y el Cielo.
En el año
2013 se cortó un fragmento del ciprés centenario de San Francisco del Monte
para la cofradía de la Santa Vera Cruz de Andújar, que ha quedado instalado en
esta cápsula para recuerdo del legendario convento del que partieron los
seráficos mártires Juan de Cetina y Pedro de Dueñas, gloria de la provincia
franciscana de Granada a la que perteneció nuestro convento de San Francisco de
Andújar.
Pero
volvamos al fatal viaje de Juan de Cetina y de Pedro de Dueñas. Ya hemos visto
las penurias que soportaban los cristianos en Granada. Muhammed VII había
accedido al trono nazarí en el año 1392 y comenzó una política de frecuentes
ataques a zonas de Jaén y Murcia donde lograba capturar numerosos prisioneros
que luego eran esclavizados. En este ambiente de peligrosas hostilidades, los
dos frailes, Juan de Cetina, que era mayor y Pedro de Dueñas, mucho más joven y
novicio, decidieron acudir a socorrer espiritualmente a aquellos desgraciados.
Así, bajaron de la sierra, de su convento de San Francisco del Monte, y
acudieron primero a Córdoba capital, al monasterio de San Pedro el Real, para
que el prior franciscano les bendijese antes de partir para su viaje.
El momento
quedó reflejado en un sello del citado convento cordobés, hoy conservado en el
Museo Arqueológico de Sevilla tras pasar por diferentes colecciones privadas.
Es de finales del siglo XV y en él aparecen arrodillados, ante el guardián del
convento, los dos futuros mártires. Al fondo, aparecen varios cipreses, que
representan la inmortalidad del alma de los que iban a ser inmolados (MARTÍN,
2003, 302).
Salieron
pues de Córdoba, pasando por Bujalance, Alcaudete y Alcalá la Real, hasta
llegar a Granada a finales de enero de 1397. Pocas horas más tarde de comenzar
su predicación, fueron encarcelados por el gobernador que regentaba la ciudad,
en ausencia del Rey Muhammed que se encontraba en Málaga. En las terribles
mazmorras seguían animando a los cautivos, predicándoles para que no abjuraran
de la fe en Cristo.
En abril,
regresó el rey nazarí de su viaje, ordenando que los dos frailes compareciesen
ante él. A ambos les propuso que se convirtiesen a la religión islámica, sin
embargo, perseveraron en su fe cristiana. Fueron golpeados y amenazados de
muerte para lograr su conversión pero todo intento fue inútil. El rey Muhammed
aplacó su ira y les dio un plazo de reflexión para que abjurasen de Cristo,
volviendo a las mazmorras. Transcurrido el plazo fueron llamados de nuevo por
el rey quien volvió a preguntarles si iban a apostatar y convertirse en
musulmanes. Ante la negativa de los dos frailes, mandó decapitarlos el día 19
de mayo de 1397.
Sus cuerpos,
con sus cabezas envueltas en el hábito franciscano, fueron arrastrados por un
caballo desde el lugar de su martirio hasta otro donde los musulmanes
enterraban a los cristianos ajusticiados. Allí, unos comerciantes catalanes
recogieron sus restos y lograron camuflarlos entre sus mercancías para sacarlos
del reino nazarí y llegar a Vich, en cuya catedral quedaron depositados los
cuerpos (CARO, 1897).
Conquistada
la ciudad por los Reyes Católicos se organizó el arzobispado de Granada,
manteniéndose en la tradición la enorme fuerza espiritual de aquellos santos
franciscanos. En el año 1590 y queriendo dejar un testimonio formal del suceso,
el arzobispo D. Pedro de Castro y Quiñones, levantó una columna conmemorativa
en el lugar donde la tradición decía que habían sido decapitados los mártires.
El Papa
Clemente XII en la primera mitad del siglo XVIII aprobó el culto a los dos
beatos franciscanos Juan de Cetina y Pedro de Dueñas, mártires de Granada.
Ahora,
nuestra cofradía cuenta con un trozo de aquel ciprés legendario, a cuyas
plantas se sentó el rey Felipe IV. Era también lo primero que se veía desde la
distancia del inmemorial convento de San Francisco del Monte. Probablemente
incluso fuese plantado por los mártires granadinos o quizás lo regaron
amorosamente antes de partir hacia su fatal destino. Un árbol, lleno de
espiritualidad e Historia que simboliza la inquebrantable fe de estos frailes
franciscanos, asesinados por no renunciar a Cristo, cuando quedaban tan sólo 30
años para que se fundase nuestra cofradía.
Nuestro más
sincero agradecimiento al amigo y académico Rafael Frochoso, que amablemente
nos proporcionó tan preciada “reliquia”, además de ser la fuente principal de
este pequeño artículo.
BIBLIOGRAFÍA.
CARO, E. (1897): El quinto
centenario de los mártires de la Alhambra de Granada, Madrid.
FROCHOSO SÁNCHEZ, R. (2012): Los
conventos de San Zoilo armillatense y San Francisco del Monte de Adamuz.
Misceláneas sobre S. Francisco de la Arrizafa de Córdoba, Córdoba.
MARTÍN GÓMEZ, C. I. (2003):
“Sello del convento de San Pedro el Real de Córdoba”, Congreso Nacional de
Numismática (Zaragoza, 2002), págs. 301-306
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