martes, 7 de marzo de 2017

TEMPUS QUADRAGESIMAE

 
 
“Memento homo, quia pulvises, et in pulverem revertis”
El tiempo de cuaresma es el tiempo litúrgico del calendario cristiano destinado a la preparación espiritual de la fiesta de la Pascua. En palabras del Santo Padre Francisco “La cuaresma es un tiempo de renovación para la iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un tiempo de gracia (2 Co 6,2)”. Se trata de un tiempo de purificación e iluminación celebrado prácticamente en toda la iglesia universal aunque con algunas variantes. Es tiempo de escucha de la palabra de Dios y de conversión, de preparación y de memoria del Bautismo, de reconciliación con Dios y con nuestros semejantes. No es un tiempo de tristeza, sino de meditación y recogimiento.
 
 
 
Su duración comprende los cuarenta días previos a la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, comienza el llamado Miércoles de Ceniza y finaliza el Jueves Santo con la celebración de la Misa Crismal en la que el obispo de cada diócesis  bendice los Santos Oleos y consagra el Santo Crisma para todo el año; le sigue la celebración del Triduo Pascual durante la Semana Santa para seguidamente dar paso a la Pascua de Resurrección. La duración de cuarenta días simboliza el retiro que Jesús hizo al desierto donde permaneció cuarenta días en oración y ayuno para pedir al Padre que le mostrara el camino que debía seguir y prepararse espiritualmente para su misión pública definitiva que iniciaría con su entrada en Jerusalén.

 
 
El tiempo litúrgico de cuaresma se fija como tal en el siglo IV, en el Primer Concilio de Nicea, celebrado en el año 325, concretamente en el  quinto canon conciliar, aunque ya en los siglos anteriores se venían realizando algunas prácticas cuaresmales como preparación a la Pascua. Se tiene noticia de la celebración de la cuaresma en oriente desde el año 340 y en Roma desde el 385, si bien en un principio su duración variaba, finalmente se fijó su duración en cuarenta días, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto, adquiriendo así la cuaresma sentido penitencial para todos los cristianos y comenzando el llamado domingo de cuadragésima; no sería hasta el siglo VII cuando alcanzaría su configuración actual, añadiéndosele en el año 714 por el Papa Constantino cuatro días más para compensar la ruptura dominical del ayuno, comenzando desde entonces el Miércoles de Ceniza. 
 
 
 
A lo largo del tiempo de Cuaresma, los cristianos son llamados a reforzar su fe mediante la práctica de la oración, ésta debe de ser sincera, debe salir de lo más profundo de nuestro corazón, debe de servir para nuestra confortación y debe hacerse desde una actitud interior sin llamar la atención, no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria, sino que se debe orar en el sentido de escuchar a Dios, en la oración encontramos el amor de Dios y la amorosa exigencia de aceptar su voluntad; el ayuno, que consiste en realizar solamente una comida fuerte al día, de carácter obligatorio para todos los católicos desde los 18 años hasta los 59 años,  la abstinencia, que consiste en no comer carne, obligatorio en la iglesia católica desde los 14 años todos los viernes de cuaresma,  ambos ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo (están exentas de su cumplimiento las personas enfermas)  y la limosna que no consiste sólo en dar unas monedas o dar lo que no nos hace falta, sino en el sentido de darse y entregarse uno mismo para ayudar a quien te necesita  tal y como Cristo lo hizo por todos nosotros, para ello es fundamental amar al prójimo y amar a Dios.
 

 
 
En el presente, más que el simple ayuno corporal de alimento, se incentivan prácticas que afectan más al ayuno espiritual y a la modificación de nuestros hábitos de vida cómoda y egoísta, que repercuten negativamente en nosotros mismos, haciéndonos insensibles e inhumanos al padecimiento y las necesidades más básicas de nuestros semejantes; y más que la abstinencia de comer carne, se trata de abstenernos del placer por el placer, de abstenernos de  competir y amasar beneficios a costa de otros. Por tanto, se trata de realizar una verdadera conversión personal, que consiste en el paso del pecado a la gracia, se trata de que en este tiempo de cuaresma los cristianos nos esforcemos en realizar una profunda renovación interior de acuerdo con las enseñanzas de Jesús; y para llegar a esa comunión con Dios, la iglesia nos enseña que podemos hacerlo a través de los sacramentos de la reconciliación y de la eucaristía.

 
En la liturgia las lecturas versan sobre la conversión, el pecado, la penitencia y el perdón, es un tiempo de meditación, recogimiento, purificación e iluminación.

 
La conversión cuaresmal debe centrarse en tres ejes fundamentales:
 
- La meditación en la historia de la salvación, realizada por Dios en favor del ser humano creado a su imagen y semejanza.
 
-  La vivencia del misterio pascual como culminación de esta historia santa para convertirnos al Dios vivo y verdadero que se ha revelado plenamente en su único Hijo, Cristo Jesús y en su victoria pascual, presente en los sacramentos de su Iglesia.
 
- El combate espiritual, que exige la cooperación activa con la gracia para nacer al hombre nuevo que se aleja del pecado y que lucha por la santidad.
 
 
En la misa católica no se canta el “Gloria” al final del acto penitencial, ni el “Aleluya” antes del evangelio. El color litúrgico asociado a este período es el morado, que simboliza el duelo, la penitencia y el sacrificio, con la excepción del cuarto domingo llamado de “laetare” que se usa el color rosa como atenuante del morado y el domingo de Ramos que se usa el color rojo. En el  lugar de celebración, el templo, se debe buscar la mayor austeridad posible, tanto para el altar, el presbiterio, como para los demás lugares y elementos del mismo, durante este tiempo se suprimen los adornos florales, o se reducen a la mínima expresión posible, y todo ornato innecesario que de sensación de opulencia, e incluso la música instrumental, que puede ser sustituida por el canto gregoriano, mucho más austero, todo ello con el fin de ayudar a captar el sentido penitencial y de paso hacia la Pascua que tienen las celebraciones de este ciclo. Debiendo en todo momento manifestarse una total coherencia entre la liturgia y las diversas expresiones de la piedad popular.
 
 
La costumbre de imponer la ceniza se practica en la iglesia desde sus orígenes. En la tradición judía, el hecho de rociarse la cabeza con cenizas era practicada para reflejar el arrepentimiento por los pecados cometidos y manifestaba la voluntad de conversión. En el Antiguo Testamento la ceniza simboliza dolor y penitencia. La ceniza es un signo de humildad, nos recuerda lo que somos, es un signo de la fragilidad del ser humano, de la facilidad con que caemos en la tentación del pecado, de la brevedad de la vida y al recibirla los cristianos reconocemos nuestra limitación.
 
 
En la Iglesia Católica el Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma, el sacerdote después de la homilía bendice la ceniza, resultante de quemar los ramos de olivos o de palma bendecidos el año anterior, y realiza el gesto simbólico de la imposición de ceniza marcando con ella una cruz en la frente y recitando una de estas dos expresiones: “Arrepiéntete y cree en el evangelio” (Mc 1, 15) o “Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver” (Gén 3, 19). Ésta simboliza la transitoriedad de esta vida frente a la vida eterna que nos ofrece Dios en su infinita misericordia, la pequeñez y liviandad del ser humano frente a la inmensidad de la Creación y que la destrucción del pecado es posible si nos lo proponemos, reducido a cenizas, por la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo Jesús. En circunstancias especiales, cuando no hay sacerdote, se puede hacer sin misa, pero siempre dentro de una celebración de la palabra.
 
 
 
Prácticamente la cuaresma abarca un total de seis semanas con sus respectivos domingos, cada uno de ellos con una denominación y características propias:
 
El primero llamado de “Invocabit” por la primera palabra del introito de la misa de ese día, el introito es el salmo con su antífona  que se canta en la procesión de entrada de la misa dominical, el día del Señor, es también  conocido por “domingo de las tentaciones” por la lectura del Evangelio en la que se narra las tentaciones que sufrió Cristo en su retiro en el desierto. En la edad media en Roma era conocido popularmente como el “domingo de antorchas” pues ese día los jóvenes romanos que habían cometido excesos durante el pasado carnaval acudían con antorchas encendidas a la iglesia estacional para pedir la penitencia.

 
El segundo llamado de “Reminiscere” por la primera palabra del introito de la misa de ese día, es conocido también por el “domingo de la transfiguración” por la lectura del evangelio en que se narra la transfiguración del Señor en el monte Tabor “y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz”.
 
El tercero llamado de “Oculi” por la misma razón que los anteriores, era conocido también por el “domingo de los escrutinios” pues ese día comenzaba el examen y se hacían públicos los escrutinios de aquellos catecúmenos que iban a ser bautizados en la noche de Pascua.

 
El cuarto domingo marcaba la mitad de la cuaresma y era denominado de “Laetare” también por la primera palabra del introito de la misa “Laetare Ierusalem / Alégrate Jerusalén ”, es conocido también como el “domingo de los cinco panes” por la lectura del Evangelio, en el que se narra el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, este día la penitencia se atenúa, se usa el color rosa en las vestiduras litúrgicas, se pueden usar flores en la ornamentación del altar y se puede tocar el órgano en los cantos de la celebración eucarística. Aunque el rito característico de este domingo es la bendición de la “rosa de oro”, que efectúa en Roma el mismo Sumo Pontífice. Data del siglo X y viene a ser como un anuncio de la proximidad de la Pascua Florida. El Papa además de bendecirla, la unge con el Santo Crisma y la espolvorea con polvos olorosos conforme al uso tradicional, para finalmente regalarla a quien quiere honrar o distinguir. Místicamente, la rosa de oro, representa a Jesucristo Resucitado tal y como lo explican los discursos pronunciados por los Papas en la ceremonia, antiguamente ésta se celebraba en San Juan de Letrán, desde donde el pontífice llevaba, en procesión, la rosa de oro hasta la basílica de la Santa Cruz en Jerusalén donde era depositada; hoy día se hace todo en San Pedro del Vaticano. 

 
El quinto, llamado de “Passionis”, en el que la iglesia nos invita a que consideremos de un modo especial los sufrimientos de Jesucristo, también llamado de “Iudica” por el introito de la misa “Hazme justicia ¡Oh Dios!” en el que el Mesías implora el juicio de Dios en prueba de su santidad y como protesta de la sentencia que han de pronunciar contra Él los hombres. Jesús tuvo que huir y esconderse de los que le perseguían, pues aún no había llegado el tiempo en que se habrían de cumplir las escrituras. En este día se suelen velar el altar, la cruz y las imágenes del templo en señal de la ocultación del Salvador.  
 
El sexto denominado “In palmis”, más comúnmente llamado domingo “de Ramos” en el que las principales ceremonias del día consisten en la bendición de las palmas y ramos, la procesión, la misa y durante la misma la recitación del “Canto de la Pasión”. Las palmas simbolizan la victoria sobre la muerte y las ramas de olivo el advenimiento de la unción espiritual por medio de Cristo. El sacerdote oficiante revestido con casulla roja, color litúrgico de ese día, recita varias oraciones que hacen referencia a la paloma que trajo de vuelta la rama de olivo al arca de Noé y a la multitud que saludó al Señor en su entrada triunfal en Jerusalén, rocía las palmas y los ramos de olivo con agua bendita, las inciensa, y pide a Dios, con otra oración, que las bendiga y con su mano derecha expulse todas las adversidades y proteja todos los lugares donde sean llevadas y así bendiga y proteja a todos los que habitan en ellos; después las distribuye entre los fieles mientras se canta el “Pueri Hebraeorum / Los niños hebreos…”, sigue la procesión del clero y el pueblo portando las ramas bendecidas, mientras se cantan varias antífonas salen fuera rodeando el templo, al entrar de nuevo se canta el himno “Gloria Iaus et Honor / Gloria alabanza y honor..” y se celebra la misa, cuya característica principal es la lectura del canto de la Pasión según San Mateo, dando paso a la Semana Santa.

 
Durante el tiempo cuaresmal, solo se celebran un máximo de cuatro festividades: San Cirilo y San Metodio (14 de febrero); la Cátedra de San Pedro (22 de febrero); San José (19 de marzo) y la Encarnación del Señor o Anunciación (25 de marzo). En la manera de celebrar estas solemnidades  no se debe dar la impresión de que la Cuaresma se interrumpe, sino que deben inscribirse en la espiritualidad y la dinámica de este tiempo litúrgico.