viernes, 10 de mayo de 2013

LA CRUZ, LA TORRE, LA PIEL NAZARENA Y EL ALMA COSTALERA


Mayo y vida. La armonía de una luz, por fin azul, en una Primavera ya libre de mantos grises, en la que un patio que debe su existencia a don José Luis Carabias Robles, presta sus brotes de vida a la altiva torre que es, siguiendo la bellísima expresión del maestro Barbeito, vigía tutelar de toda una ciudad frente al Guadalquivir.

¡Benditos cofrades Veracruceros que en 1992 crearon la fiesta de la Cruz de Mayo para Andújar! Atrevidos locos que sintieron este mes y esta fiesta  como algo propio e indispensable para una Hermandad que rindiera culto a la Cruz de la Vida. Porque así lo contiene el carisma de esta Cofradía, recuperada para los siglos, y que proclama la verdad contenida en la Cruz, no como final sino como el renacer a una nueva vida. Los hemanos y hermanas que dieron aliento a esta recuperación quisieron celebrar, de esta manera, esta exaltación de la belleza de nuestra tierra.


Es la Cruz de Mayo una fiesta que define nuestro carácter. A lo largo de estos años, las Cruces veracruceras han surcado el compás de San Bartolomé, de norte a sur, igual que nuestros Sagrados Titulares han ido dejando imágenes históricas en cada rincón y portada de nuestro inigualable templo parroquial. ¡Y en Santiago dimos vida a la espadaña dormida!


Una indicación preciosa que han formulado bastantes feligreses de nuestra Comunidad Parroquial redunda en el concepto del carácter de respeto, silencio, oración y recogimiento que muestran los hemanos y hermanas de la Vera-Cruz de Andújar en todos los actos de Culto, tanto internos como externos, que realizan a lo largo del año; y son varios los que incluyen un condicionante que tiene que ver con la juventud de estos cofrades.


Juventud junto a legado. Crecer en el seno de una hermandad, junto a nuestros mayores, aprendiendo de ellos y del magisterio de corporaciones cristianas tan admiradas.

En el interior de nuestro templo de San Bartolomé, entre sus sólidos muros de piedra molinaza, el silencio tiene su atril y su morada. Frente a los retablos donde reciben veneración nuestros Titulares benditos, los cofrades veracruceros dejan musitada en el aire su acción de gracias, mientras damas andujareñas, con los años contados por abriles, rezan ante Dios y su Madre Santa y piden por los suyos desgranando las cuentas de un Rosario peregrino que las lleva a seguir el camino del sol bajo los arcos góticos de nuestra Iglesia.

Acude una de nuestras hermanas, de manera habitual, al encuentro con Jesús atado a la Columna. Habla con Él, resguardada junto a la pila bautismal. Allí la encuentras a menudo, con un titilar cristalino en los ojos. Un imperceptible saludo se dibuja en los labios, la señal de Cruz deja su traza sobre la frente y la caricia leve y reparadora sobre la piel lígnea de Dios purifica el alma para una nueva jornada.


Todo el camino andado está escrito en esa misma piel Nazarena de Dios. Todo costal veracrucero que ha perfilado y bendecido su cuna con el dulce peso de Jesús, de nuestra Madre y Señora, de Juan, el discípulo fiel, y de la Cruz de la Vida, es un refrendo a la huella de casi seis siglos recibida, continuada, afianzada y compartida. 

La Cruz de Mayo de la Vera-Cruz es una fiesta única. Es una fiesta que se hace ramillete de flor para una Cruz repleta de amor y entrega. Los anaqueles de la Hermandad guardan el tiempo recorrido durante estos primeros 586 años y nuestros retablos exponen a su veneración y mayor gloria las efigies rebosantes de arte y oraciones de Nuestro Padre Jesús atado a la Columna, Nuestro Padre Jesús Nazareno, Nuestra Madre y Señora, María Santísima de los Dolores, San Juan Evangelista, el Santísimo Nombre de Jesús y, muy pronto, la Santa y Verdadera Cruz que sostuviera el cuerpo de nuestro Divino Redentor. Se dice pronto, pero somos una Hermandad que rinde veneración a un amplísimo legado de fe y devoción transmitida por nuestro pueblo desde 1427 hasta la fecha.



Cada cristiano que llega junto a nosotros y cada joven que alimenta su fe en el cauce de nuestra Hermandad son hermanos nuestros en el seguimiento de Jesús de Nazaret e hijos de una Madre buena, receptora de plegarias y mediadora de las Gracias Divinas.

Así, el mes de mayo veracrucero es un radiante de sol continuo que prende el pequeño Sol encerrado en nuestra Cruz franciscana y se hace cera "enrizá" sobre las fachadas blanqueadas de nuestra calle de la Vera-Cruz andujareña para tratar de atrapar el semblante de la Luna y ponerla ante las plantas de nuestra Señora y Reina

¡Ya estamos de Cruces, hermanos y hermanas Veracruceros! ¡Ya tenemos aquí nuestra Fiesta!


 

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