Artículo escrito por Maudilio Moreno Almenara
Escribimos este pequeño artículo como humilde homenaje de
nuestra cofradía de la Santa Vera Cruz de Andújar al obispo D. Francisco
Terrones del Caño en el cuarto centenario de su muerte. Fue uno de los hijos
más ilustres y destacados de nuestra ciudad, muy querido por el mayor monarca
de la Cristiandad: D. Felipe II. Pasó buena parte de su vida fuera de su ciudad
natal, a caballo entre Granada, Madrid, Tuy y León, precisamente así fue como
logró el gran prestigio que tuvo en su tiempo, no obstante, nunca olvidó su
Andújar del alma, y en ella quiso que sus restos mortales descansasen para
siempre. Escribió un famoso tratado, llamado Arte o Instrucción de
Predicadores, publicado unos años después de su muerte, en concreto en 1617.
Ahora, su memoria permanece lamentablemente olvidada a
tenor de que no ha habido ni un leve recuerdo en esta efemérides para quien fue
el artífice de la traída de la reliquia de San Eufrasio, patrón de Andújar y de
la diócesis de Jaén.
La cofradía de la Vera Cruz, que fue su primera escuela
cristiana merced al cargo de gobernador que ostentó su padre, D. Lorenzo
Terrones, no le olvida y pretende en estas breves letras ensalzar su figura y
recordarla poniéndole rostro. Un rostro que necesitamos, porque durante la
Guerra Civil su efigie, que presidió el presbiterio de la iglesia de San
Bartolomé, fue salvajemente mutilada y al parecer, con ello, su memoria. Pero
esta cofradía, que cuenta con más patrimonio inmaterial que material, sabe ser
calladamente agradecida con quienes, de un modo sobresaliente, han forjado su
Historia con letras de oro. Su legado podrá haber sido parcialmente destruido a
lo largo del tiempo por la barbarie de las guerras, pero su memoria no, para
eso estamos los suyos.
En un lateral de la capilla mayor de nuestra parroquia de San Bartolomé existe una larga inscripción[1] con una singular forma, rematada en el frontón superior con el escudo de un obispo. Éste no es otro que el de D. Francisco Terrones del Caño (1551-1613), obispo de Tuy y de León y confesor del rey Felipe II.
La forma de la inscripción deja un espacio vacío en forma
de “L”, en la que se dispuso un rebanco o peana sobre la que quedó instalada su
estatua orante,[2] hoy conservada en
dependencias parroquiales. La estatua fue decapitada durante la Guerra Civil,
lo que nos ha privado de conocer el rostro de uno de los personajes más
ilustres de Andújar.
Igualmente el sepulcro del obispo fue profanado, esparciendo
sus restos mortales, aunque la urna aún se conserva en el patio de la
parroquia. Se trata de una sencilla caja de piedra donde se introdujeron en su
día sus huesos, procedentes del convento de San Agustín de Mansilla, lugar
donde fue enterrado en 1613.
El monumento funerario fue terminado en el año 1651, es
decir, casi cuarenta años después del óbito del obispo. Para cumplir sus deseos
fue desenterrado de su sepulcro de Mansilla, siendo ya su cuerpo meros huesos,
que se introdujeron en esta urna dispuesta junto a su estatua orante.
La razón de este privilegio no fue otra que la concesión
por el obispo de Jaén, D. Sancho Dávila y Toledo, el día 14 de febrero del año
1607 del patronazgo de la Capilla Mayor de la iglesia parroquial de San
Bartolomé de Andújar (GALIANO, 2003, 243). Como contrapartida, D. Francisco se
comprometía, entre otras cosas a finalizar la construcción de la iglesia de San
Bartolomé, ya que dos bóvedas de la nave del Evangelio estaban aún sin cubrir.
Se trata de las dos bóvedas más próximas a la torre, es decir, aquella en la
que se encuentra el retablo de San Antonio y la contigua. Por aquel tiempo, un
testigo declaraba que “...arreconocido que las dos bobedas de la nave
colateral del lado del evanjelio, la deensima del altar de Sn Joseph
Y la que le sigue Son de diferente obra de las demás.”.[3]
Efectivamente estas dos bóvedas son diferentes y fueron las que remató D.
Francisco Terrones. En cuanto al altar mencionado, sabemos por un testamento
del año 1759 que existía por aquel entonces en la iglesia de San Bartolomé
(PALOMINO, 2003, 152), y estaría donde hoy se encuentra el de San Antonio,
instalado tras la Guerra Civil.
Además, se obligó a construir el retablo mayor, que hasta
la Guerra Civil presidió el presbiterio, así como dos púlpitos, reja de madera,
cripta, etc., todo ello a cambio de que entre otras cosas, su familia pudiese
ser enterrada, en exclusividad, en la nueva cripta.
La tardanza en la ejecución total de estos compromisos
debido a sus elevados costes y algunos cobros que quedaron pendientes a su
muerte tuvieron como consecuencia una nutrida documentación que aún hoy se
conserva. Uno de estos documentos, es un libro que recoge numerosas noticias
del patronazgo y el cumplimiento de sus obligaciones, realizado a mediados del
siglo XVII y que posiblemente fue compuesto por sus sucesores para reunir toda
la extensa documentación dispersa generada hasta ese momento. En este libro
destaca la anotación de que el retablo mayor fue realizado por el retablista
Francisco de Erias,[4] dato hasta ahora
desconocido.
Este entallador y constructor de retablos, trabajó en
talleres tan relevantes como el de Blas de Bliñón o el de Sebastián de Solís,
al que se adjudican notables obras retablísticas como el que presidió la
capilla mayor de Santa María de Andújar, o el de la Catedral de Jaén. Aparte se
le atribuyen obras tan sobresalientes en imaginería como el grupo del Calvario
de Jaén e incluso la imagen de Jesús Nazareno, el Abuelo.
Francisco de Erias hizo en 1611 el retablo mayor del
Santuario de la Virgen de la Cabeza siguiendo el diseño de su maestro Sebastián
de Solís (DOMÍNGUEZ, 2010, 263-264). Ese mismo año había finalizado el retablo
mayor de San Bartolomé, encargado por D. Antonio Terrones Robles en
representación de su primo D. Francisco.[5] El
dorado no se hizo esperar, concertándose el 16 de enero de 1612 con el dorador
de Andújar, Juan Martínez (GALIANO, 2003, 243).
No se conservan fotografías completas del retablo, aunque
sí dos instantáneas, una de la parte baja y otra de la parte alta.[6] A
partir de éstas puede advertirse que fue de tres calles separadas por columnas
estriadas doradas. En la coronación de las calles laterales se dispusieron las
armas de D. Antonio Terrones Robles y quizás las de su esposa Dª María Terrones
del Caño.[7] La
calle central quedó rematada con una talla de Cristo crucificado. La mayoría
del retablo se compuso con lienzos, que nos describió D. Enrique Romero de
Torres en su Catálogo Monumental de la Provincia de Jaén. Éstos fueron: El
central, de tamaño natural con el Martirio de San Bartolomé y a los lados en
formato apaisado varios lienzos con pasajes de la Pasión: Jesús en el Huerto,
Cristo Flagelado, Cristo coronado de espinas, Cristo en la calle de la
Amargura... Los lienzos laterales, según la descripción de D. Enrique, eran
mejores en calidad que el central.
Estas pinturas debieron encargarse en estas fechas. Como
dato a tener en cuenta, en las listas de hermanos de la cofradía de la Santa
Vera Cruz de Andújar de finales del siglo XVII se menciona a un pintor local,
llamado Alonso Camacho, padre de Bernabé Camacho, que no sabemos si también lo
fue.
En una de las fotografías conservadas puede apreciarse la
parte baja del retablo, una vez que delante de él, y tras la Desamortización
del año 1835, se había instalado en la capilla mayor el coro del entonces
suprimido convento de los Mínimos de la Victoria:
Como curiosidad, y según nos informa el Dr. Domínguez
Cubero, participó en las obras del retablo del Santuario realizado por
Francisco de Erias un artista llamado Alejo de Arteaga, que hizo en yeso unas
cartelas donde quedaría asentado “la osamenta” del retablo (DOMÍNGUEZ, 2010,
265). Pues bien, este artista que trabajó en el Santuario de la Virgen de la
Cabeza hacia 1611 también aparece en las listas de hermanos de la cofradía de
la Vera Cruz de finales del siglo XVI, como entallador, es decir, como
escultor:
Tras hablar de las obras acometidas por D. Francisco como
patrono de la Capilla Mayor de San Bartolomé, nos centraremos en su figura. Fue
el hijo más destacado de la numerosa prole (12 hijos) que tuvo D. Lorenzo
Terrones, gobernador de la Cofradía de la Vera Cruz de Andújar[8], con
Dª Ana del Caño.
Muchos de sus hijos adquirieron importantes rangos
eclesiásticos y civiles. Así, D. Lorenzo Terrones, de igual nombre que su
padre, pasó a América donde fue oidor en la ciudad de Méjico y perteneció al
Consejo de la Inquisición y Guerra. Otro hermano del obispo fue D. Antonio
Terrones, Colegial Mayor del Colegio de Cuenca, también del de Salamanca, Canónigo
Magistral de la Santa Iglesia de León, Canónigo de la Iglesia de Toledo, etc.
D. Francisco Terrones del Caño fue Colegial Mayor del Real Imperial Colegio de
la Ciudad de Granada, Canónigo Magistral de la Santa Iglesia de Granada,
Predicador insigne del Rey Don Felipe II y del Consejo de la Inquisición,
Obispo y Señor de Tuy y después de León.
Tuvo igualmente D. Francisco, otros dos hermanos frailes:
Fray Mauro, de la orden benedictina y Fray Juan Terrones, de la orden de San
Francisco de Asís.
El patronazgo de la capilla recayó en su primo D. Antonio
Terrones Robles en tanto estuviese casado con su sobrina Dª María Terrones
Villarreal, hija de su hermana Catalina, una de las razones de que este
patronazgo fuese a parar a su primo es que como hemos indicado muchos de sus
hermanos fueron religiosos, de ahí que no tuviese muchos sobrinos.
D. Antonio Terrones Robles, que al contrario que sus
parientes permaneció la mayor parte de su vida en Andújar aunque fuera natural
de Jaén, fue regidor perpetuo de la ciudad y su primer historiador,
publicándose en el año 1657 el libro sobre la Vida y Martirio de San Eufrasio.
Tal y como nos relata el historiador D. Carlos de Torres
Laguna en su libro Andújar Cristiana, fue el obispo D. Francisco Terrones quien
al coincidir con el Padre Fr. Pedro Barba, Abad de San Benito el Real de
Valladolid y General de su Orden, hablaron de las reliquias del mártir San
Eufrasio existentes en una iglesia custodiada por la orden benedictina en
Valdemao. En ese preciso instante el Obispo pidió al General de la Orden
Benedictina, una reliquia aunque este último requirió que fuese con licencia
expresa del rey.
Dada la enorme influencia del obispo en la corte del Rey
Felipe II la licencia no se hizo esperar, de tal modo que su mediación y el
afán del monarca por “coleccionar” reliquias para el monasterio del Escorial
del rey, hicieron el resto. Fue así como en 1596 se sacaron del sepulcro, un
hueso del brazo de San Eufrasio para la ciudad de Andújar y tres más pequeños
para el rey. Unos meses más tarde, en concreto el 11 de Mayo de 1597, el hueso
del brazo de San Eufrasio llegaba a Andújar.
Resulta curioso que la reliquia fuese al convento de los
Trinitarios de Andújar y no al de San Francisco o a la iglesia de San
Bartolomé, probablemente se deba a la mediación de su patrono, D. Alonso
Serrano de Piédrola, también hermano de la Cofradía de la Vera Cruz. Esta
vinculación a través del núcleo principal de hermanos de la cofradía de la Vera
Cruz se hizo valer en la traída de la reliquia y en su instalación en un lugar
preeminente del nuevo convento trinitario.
Es posible que el primer intento fuese en el convento de
San Francisco, pero también es probable que el linaje Cárdenas, que tenía el
patronazgo del convento franciscano, no congeniara especialmente bien con los
Terrones, tal y como nos señala el insigne historiador Bartolomé Bennassar
(BENNASSAR, 1983, 319).
Puede considerarse un recelo bastante normal de un rancio
abolengo andujareño como el de los Cárdenas, ante la meteórica carrera e
influencia que adquirieron los Terrones entre los siglos XVI y XVII.
La reliquia se dispuso en un relicario en forma de brazo,
cuya ejecución recayó en el escultor Francisco de Erias, el mismo al que el
obispo D. Francisco Terrones encargó el retablo mayor de San Bartolomé.
Posteriormente, en el año 1608, se le hizo el definitivo
relicario de plata, por el platero de Baeza, Alonso de Bonilla (PALOMINO, 2003,
213-214).
Pero toda esta pléyade de insignes personajes, muchos de
ellos vinculados de modo directo o indirecto con la Cofradía de la Vera Cruz,
cobran especial significación cuando se les pone rostro. Así, hemos encontrado
un cuadro, custodiado en el Museo de Bellas Artes de Granada, pendiente de
restauración y en regular estado de conservación,[9] que
no obstante, retrata al obispo D. Francisco Terrones del Caño. Procede del
Colegio de Santa Catalina de la ciudad, que nuestro obispo presidió, formando
parte de la galería de sus personajes ilustres.
Sirvan pues estas letras para conocer el rostro del hijo
más ilustre de nuestro gobernador D. Lorenzo Terrones. Un personaje que no ha
merecido ningún reconocimiento en nuestra ciudad, al contrario que en la
capital cordobesa, donde tiene una calle[10] en
el barrio de San Basilio.
Un hecho curioso en su vida es que el papa Paulo V le oyó
predicar en Madrid con motivo de la visita realizada por su Santidad para
otorgar la rosa de oro a la infanta doña Isabel, quedando admirado de su
capacidad oratoria.
Este sumo pontífice le envió facultad para que bendijera
más de 200 imágenes, cruces o medallas, concediéndoles muchísimas indulgencias
(GALIANO, 2003, 215). Curiosamente fue Paulo V quien benefició en 1606, con una
bula de agregación a la Archicofradía del Santo Cristo de San Marcelo en Roma,
a la cofradía de la Santa Vera Cruz por la que tanto se había desvivido D.
Lorenzo Terrones, padre de nuestro obispo.
Es posible que el hijo de D. Lorenzo, Francisco, que
recibió el nombre de la orden en cuyo convento andujareño tenía sede su
cofradía de la Vera Cruz, intercediera ante el Papa, que tanto le admiraba.
Sería así como la cofradía vino a ser recompensada por esta insigne familia y
su influencia, quedando su nombre marcado con letras de oro en la Vera Cruz de
Andújar. Qué paradoja de la Historia, que el presbiterio que él quiso para
entierro suyo, el de su padre, insigne gobernador de la Vera Cruz y el de sus
sucesores, sea hoy, cada Cuaresma, donde reciban solemnes cultos los titulares
de su cofradía, cuando en su tiempo nunca fue su sede esta iglesia. En nuestros
corazones veracruceros, D. Francisco Terrones, patrono de la Capilla Mayor de
San Bartolomé, está presente, pues su capilla nos cobija cada año como si nos
invitase a su casa, a esta cofradía que fue la morada inmaterial de su amado
padre.[11]
En pequeño homenaje a nuestro más insigne andujareño, esta
cofradía a partir de un pequeño sello conservado cuando era obispo de Tuy, ha
realizado otro con el objetivo de incorporarlo a algún elemento de nuestra
Estación de Penitencia, para reivindicar su memoria y que él nos acompañe como
lo haría de pequeño cuando su padre era gobernador de la Cofradía de la Santa
Vera Cruz de Andújar.
BIBLIOGRAFÍA.
DOMÍNGUEZ
CUBERO, J. (1985): Monumentalidad religiosa de Andújar en la Modernidad,
Jaén.
DOMÍNGUEZ
CUBERO, J. (2010): “Retablos mayores en el Santuario de la Virgen de la
Cabeza”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 202, 255-275.
GALIANO PUY, R.
(2003): “Biografía del doctor D. Francisco Terrones del Caño, predicador real y
obispo que fue de Tuy y León”, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses,
nº 183, 207-255.
PALOMINO LEÓN,
J. A. (2003): Ermitas, Capillas y Oratorios de Andújar y su término,
Jaén.
TORRES LAGUNA, C. (1956): Andújar
Cristiana, Andújar (Jaén).
[1] La inscripción está
dividida en tres zonas. La que nos interesa, que es la superior, presidida por
su escudo episcopal, alude al obispo D. Francisco Terrones del Caño y dice así:
Aquí yace el Ilmo. Sr. D. Francisco Terrones del Caño. Fue Colegial Mayor del
Real e Imperial Colegio de la Ciudad de Granada, Canónigo Magistral de la Santa
Iglesia de la Ciudad de Granada, Predicador insigne del Rey D. Felipe II y del
Consejo de la Inquisición, Obispo y Señor de Tuy y después de León. Murió en
edad de 63 años en el año 1612 (es una errata, murió a los 62 años en 1613).
Fundó las memorias y aniversarios en esta Capilla, de la que era patrono y dejó
para la fábrica de ella 1000 ducados de renta y por patrono de ella y de las memorias
a D. Antonio Terrones Robles, su primo hermano, Regidor Perpetuo de la ciudad
de Andújar (GALIANO, 2003, 247).
[2] Las estatuas orantes
aparecen siempre de rodillas con las manos juntas, de ahí la forma en L que
tiene el recuadro blanco, donde en otro tiempo estuvo la estatua que ahora se
encuentra en dependencias parroquiales.
[3] Anteriormente y a efectos
de conocer las capillas colaterales existentes se menciona que “En la nave
colateral del evanjelio, no están cubierta Oy aquella en cuio arco esta El
Santo Chirsto En la cruz ni al final de esta obligazon estava
cubierta la de Sn Roque que en mi tiempo se vendio al lizdo
Benito Ximenez Y El le hisso la bobeda que si tiene...” Se trata de
testimonios que tienen que ver con un litigio por el patronazgo de la capilla y
cuyos compromisos tardaron en cumplirse unos años por la muerte de D. Francisco
Terrones del Caño. En lo que respecta a las devociones existentes en la
parroquia, J. Palomino nos informa de la existencia de un Santo Cristo de las
Penas, que debió ser este mismo Cristo en la cruz que menciona el documento,
puesto que la anotación primera de Palomino es del año 1682, próximo en fecha a
la del documento que mencionamos (PALOMINO, 2003, 151-152) pero que no
explicita qué tipo de escenografía de la
Pasión se representaba con la imagen.
[4] Se indica que la hechura
del retablo costó 2.500 ducados en su totalidad (incluyendo lienzos), además de
700 ducados más para dorarlo. En otra parte del documento se indica que D.
Antonio Terrones Robles, como sucesor en el patronazgo hizo un memorial y declaración de las
deudas que tenía su primo respecto a los compromisos adquiridos por su
patronazgo. Se hace mención a los pagos efectuados, indicándose “a franco
de irias de seiszientos Ducados en que se Concertó azer el retablo dela dcha
Capilla, se le andado Duzientos Dus Por mano deantonio lopez de
zuñiga de que ai Carta de Pago y mas lea pagado otras partidas, Dn Antonio Terrones Rexidor de anduxar devere El
Resto....”
[5] Es probable que al igual
que en el caso del retablo del Santuario de la Virgen de la Cabeza, las trazas
fueran proporcionadas por Sebastián de Solís, ya que tenía un aire similar al
que hubo en el presbiterio de Santa María de Andújar hasta la Guerra Civil, que
está documentado como obra suya.
[6] Esta fotografía se
conservaba en la parroquia. Se hizo con motivo del monumento realizado en el
altar mayor para los cultos del Sagrado Corazón. Para esta ocasión se ocultó
casi todo el retablo con una tela, que no obstante, no alcanzó el remate del
retablo.
[7] Existía parentesco entre
ambos cónyuges. Dª María Terrones del Caño era sobrina del obispo, mientras que
D. Antonio Terrones era su primo. Estos casamientos no fueron infrecuentes
entre la nobleza, en muchas ocasiones se buscaba la obtención de
privilegios.
[8] Como tal figuró en la
Concordia celebrada con la cofradía de Santo Domingo de Andújar, del año
1654 (el que aparece en la fotografía) y
también en la Concordia celebrada con el convento de San Francisco de Asís de Andújar,
del año 1679. Archivo de la Cofradía de la Santa Vera Cruz de Andújar.
[9] En la actualidad estamos
gestionando la obtención de una mejor fotografía del cuadro, único que sepamos
en el que se retrata el rostro de este insigne andujareño.
[10] La causa es que los abuelos
de D. Francisco eran naturales de la localidad cordobesa de Villafranca.
Pensamos que serían los padres del gobernador de la cofradía D. Lorenzo
Terrones, ya que su mujer, Dª Ana del Caño, era hija de Juan del Caño el Viejo
y Catalina Rodríguez, que sepamos, oriundos de Andújar.
[11] Sabemos que bajo el
presbiterio de San Bartolomé existe una cripta que fue enterramiento de este
linaje. Desconocemos si fue saqueada también durante la Guerra Civil o
permanece oculta a día de hoy sin daños. Lo que sí sabemos es que fue deseo (no
sabemos si cumplido por sus sucesores), que los padres de D. Francisco, es
decir, Dª Ana del Caño y nuestro gobernador, D. Lorenzo, descansasen allí. Cabe
pues la posibilidad de que los restos mortales de uno de nuestros más insignes
gobernadores esté con su cofradía cada Cuaresma, cuando su Santa Vera Cruz
celebra solemnes cultos a sus titulares, más de cuatrocientos años después de
su muerte.
Enhorabuena por el homenaje merecido al obispo Francisco Terrones. Enrique Gómez Martínez.
ResponderEliminarMuy bueno el articulo Maudilio no me defraudas espero recibir una de tus charlitas en mi proxima visita.
ResponderEliminarPor cierto adelanto que no se si sera este domingo de ramos pero mi proxima semana santa en andujar me visto de negro. Que ya me toca saludos a todos desde tenerife