Maudilio Moreno Almenara
En un viaje que realizamos hace
un par de años a Écija pudimos comprobar la altísima calidad de su imaginería
religiosa. Una de las que más llamó nuestra atención fue el Santísimo Cristo de
la Yedra, un Crucificado de la primera mitad del siglo XVII que viene
atribuyéndose a Juan de Mesa, que como sabemos trabajó en la provincia de
Sevilla durante estas fechas. No en vano existen crucificados salidos de su
gubia en Osuna y Las Cabezas de San Juan, aparte de por supuesto la capital
hispalense, depositaria principal de su obra.
Desde
el primer momento pensamos que dicha atribución carecía de fundamento
artístico, y no porque la imagen no tenga la calidad suficiente como para estar
en la panoplia gestada por el extraordinario escultor cordobés, sino porque su
estilo no está presente en este soberbio crucificado.
Un
simple repaso comparativo con obras de Montañés, Ocampo o Juan de Mesa, nos
aclara bastante sobre las divergencias visibles entre esta magnífica obra y
algunas de las más señeras obras de los clásicos “hispalenses”.
Comenzaremos
con Montañés y su soberbio Cristo de los Cálices.
A
continuación lo comparamos con Francisco de Ocampo y el Santísimo Cristo del
Calvario, otra obra de inusitada calidad.
En ambos casos
comprobamos que ambos muslos quedan más al aire que en el Cristo de la Yedra de
Écija, quedando el paño “colgado” hacia el lado opuesto.
Por último, y
de acuerdo con la atribución expresada al comienzo de estas páginas lo
comparamos con obras señeras de Juan de Mesa, como el Santísimo Cristo del Amor
de Sevilla, que guarda gran parecido con el de la Cofradía del Calvario.
Una de las
imágenes cumbre de Juan de Mesa es el Cristo de la Agonía de Vergara.
O
también el Santísimo Cristo de la Buena Muerte de la cofradía hispalense de los
Estudiantes.
En
esta ocasión vemos una mayor variabilidad en los perizomas de Juan de Mesa,
caracterizados, no obstante, por su intenso barroquismo y por un virtuosismo
fuera de lo común. Se observa una intencionalidad clara en dejar prácticamente
expedita una de las caderas, detalle que alcanza su cénit en el singularísimo
Cachorro de Triana de Francisco Antonio Ruiz Gijón.
Tras este primer
repaso comprobamos que poco tiene que ver, especialmente el perizoma de estas
imágenes, con la del Cristo de la Yedra. Es por ello que optamos por compararlo
con otros coetáneos a estos grandes escultores de la escuela sevillana de
escultura, pero de la granadina.
Aunque en
principio pueda parecer arriesgada esta opción, existen numerosas obras de la
escuela granadina que inunda ciudades de la Andalucía Occidental como la propia
Osuna, Córdoba, Baena, o la mismísima Écija, lugar en cuya iglesia del Carmen
se conserva un magnífico busto de los hermanos García.
Animados
por este reto nos pusimos manos a la obra para comparar esta pieza con la
producción de uno de los más afamados escultores activos en esta primera mitad
del siglo XVII en Granada, nos referimos a Alonso de Mena, padre de Pedro de
Mena.
Así,
comenzamos a analizar su soberbio paño de pureza o perizoma, uno de los
detalles en los que pueden apreciarse con mayor claridad “la firma” de un
imaginero barroco. Iniciamos este recorrido comparativo con el denominado
Cristo de los Parrilla de Priego, con el que guarda una gran similitud. Dos
sobrantes de tela con caída lateral “escoltan su cintura”, cordón lacerante y
pliegue de sujeción que lo cubre bajo el ombligo. El resto del paño cae de
forma doble: la pierna izquierda queda cubierta hasta la parte inferior del
muslo en curva, sin embargo el de la pierna derecha queda visible hasta casi la
cintura y a su lado pende el resto del ropaje anudado.
Si
seguimos con esta comparativa nos encontramos con más ejemplos similares, aquí
los vemos con otra imagen de un crucificado de Adra (Almería).
Otro
ejemplo lo tenemos en el crucificado de la parroquia de la Asunción de
Carcabuey (Córdoba).
Otro paño similar es el
del Cristo del Desamparo de Madrid.
Por último, y
por no ser excesivamente exhaustivos, lo comparamos con este otro del
crucificado de la Catedral de Málaga.
Es
evidente que cada uno de ellos resulta diferente en detalle aunque derivan de
una misma composición, en concreto un modelo acuñado por el maestro de Alonso
de Mena y Juan Martínez Montañés, Pablo de Rojas. Aquí lo vemos en el soberbio
crucificado de la sacristía de la catedral de Granada.
Si la comparación de este perizoma del Cristo de la
Yedra de Écija ya nos remite con claridad a la firma del escultor granadino
Alonso de Mena, podemos intentar comparar algunos detalles de la anatomía, que
también permiten ofrecernos claves sobre su posible atribución. En esta ocasión
seguiremos buscando concomitancias entre el Santísimo Cristo de la Yedra de
Écija con otras imágenes del crucificado salidas del taller de Alonso de Mena.
Repararemos en el tratamiento del tórax, siendo habitual que el escultor
granadino señalara con mucha intensidad la arquitectura ósea de esta parte de
la anatomía humana, especialmente las costillas y el “marco” de los músculos
abdominales. Lo comparamos con el Cristo de la catedral de Málaga, Desamparo de
Madrid y Hospital Real de Granada a continuación para comprobar este detalle.
No
debemos reparar en exceso en las policromías, pues sabemos que a menudo éstas
eran aplicadas por personal del taller o por pintores profesionales, pudiendo
diferir unas de otras. Ahora lo comparamos con el crucificado de Adra (Almería)
y dos de Carcabuey (Córdoba):
Con esta comparativa, ya podemos
apreciar unas similitudes evidentes tanto en el perizoma como en la anatomía
del tórax.
En cuanto al tratamiento de la
cabeza, pelo y especialmente la barba, si bien no hay lógicamente dos iguales,
sí que se aprecia un mismo estilo, con perilla en la barba cuadrangular
alargada, dividida en dos rizos casi simétricos:
Este detalle de la barba está también presente en
otras obras del escultor, como en el Cristo de la Columna de la cofradía de la
Vera Cruz de Priego (Córdoba):
Por tanto, el cúmulo de concomitancias que hemos
venido analizando entre imágenes salidas de la gubia del maestro granadino con
el Cristo de la Yedra de Écija permiten asignar más adecuadamente, a nivel de
atribución y hasta que no se localice un documento que lo acredite, al escultor
granadino Alonso de Mena, que tuvo una producción extensísima, con altibajos
propios de su dilatada obra y al concurso obligado de sus oficiales de taller.
En este caso, sin embargo, se trata de una de sus
probables obras personales más logradas, por la magnífica calidad de la imagen.
Es probable que sabedor como era del inusitado prestigio de la escuela
sevillana, y conocedor del destino de su obra, quisiera subir varios peldaños
en la composición y detallismo de este soberbio crucificado, legándonos una de
sus mejores obras.
Tal es así, que la atribución tradicional al
escultor Juan de Mesa dejaría meridianamente claro el esfuerzo de Alonso de
Mena por “poner una pica en Flandes”, adaptarse a los gustos de la otra gran
escuela andaluza, aprovechando así un encargo de este tipo en plena provincia
de Sevilla y su arzobispado. Esta capacidad de adaptación habría servido para a
nuestro juicio que esta obra haya pasado como de escuela sevillana.
Una imagen, en definitiva, que refleja la competitividad
de ambos núcleos de escultores de prestigio y la existencia de provincias
intermedias que en mayor o menor medida se nutrieron de ambas influencias, como
son las de Córdoba (donde existen obras de Pablo de Rojas, Alonso de Mena, los
Mora o Pedro de Mena, de la escuela granadina, como de Juan de Mesa o de
Roldán, de la sevillana). Algo parecido ocurrió en la provincia de Jaén, en
cuya catedral trabajó tanto Alonso de Mena como Roldán.
La ciudad de Écija no debió ser ajena a este vaivén
de obras de ambas escuelas, lo que no hizo sino servir de inspiración, como en
otros lugares, para posteriores creaciones de artistas locales o
comarcales.
En Andújar también recogimos parte de estas
influencias. A la Inmaculada de Alonso de Mena que estuvo en el convento de San
Francisco, hemos de añadir las imágenes de los Mora de la cofradía de los
Dolores del Carmen. También aquí casó el retablista Antonio Primo, en la
iglesia de San Bartolomé (FRÍAS, .....) dejando alguna de su obra. Obras de Sebastián
de Solís están documentadas, otras como las atribuciones a Montañés, en
concreto la de nuestra imagen de Jesús Nazareno, no sabemos si fruto del cariño
que los andujareños le tuvieron y la alta consideración del escultor alcalaíno
o finalmente ciertas. Ni tenemos documentos, ni tampoco fotografías de nuestro
antiguo titular.
En cualquier caso, Andújar, por su doble condición
de ciudad geográficamente de paso, en el camino hacia Sevilla, bañada como
aquélla por el Guadalquivir, y no obstante, inserta “administrativamente” en el
arzobispado de Granada y en concreto en el obispado de Jaén, debió ser también,
un crisol de influencias durante el Barroco.
Esta obra es tan clara de Alonso de Mena y tan claro que no es de Mesa ni de la escuela de Montañés ni sevillana, que resulta bochornoso que en el pueblo sigan adscribiéndosela a Mesa, seguramente por ignorancia del gran genio y valía que tenía Alonso de Mena, que incluso según algunos, en dudosa teoría, pudo tener influencia en la propia obra de Mesa.
ResponderEliminarSi tiene actualmente más aspecto sevillano es por la policromía que se le aplicó en Sevilla hace unas décadas, no recuerdo si por Buiza o Berlanga, para "sevillanizarlo" más. En origen debió de tener una policromía clara y nacarada, propia de la escuela granadina.