martes, 12 de mayo de 2015

UNA ESCALERA HACIA EL CIELO. LA DEDICACIÓN A LA VIRGEN DEL ANTIGUO CONVENTO DE CAPUCHINAS DE ANDÚJAR

Maudilio Moreno Almenara

 

Ya hemos apuntado en anteriores entregas la singular y profunda raigambre inmaculista de Andújar, hoy en día muy desdibujada, pero que en los siglos del Barroco inundó la ciudad de un modo extraordinario.
En esta ocasión, y ya referido el claro parentesco formal de la magnífica bóveda de la capilla de la Inmaculada de San Bartolomé con las Letanías Lauretanas de Klauber, nos centraremos en otro templo de la feligresía de la vieja parroquia andujareña, en concreto en el antiguo convento de las Capuchinas. Lamentablemente, y haciendo honor a nuestra profesión, tendremos que hacer una auténtica labor arqueológica para plantear el tema que vamos a exponer, pues los bienes a los que nos referiremos y el sentido profundo que se le quiso dar al convento sólo se puede “reconstruir” a través de viejas fotografías y de bienes muebles la mayoría no conservados ya en nuestra ciudad. 

La feligresía de San Bartolomé fue en el Barroco el auténtico centro mariano inmaculista de Andújar, no en vano, en su demarcación se dispusieron, aparte de los conventos de Mínimas de Jesús y María y de Mínimos de la Victoria, el de Capuchinas y el de San Francisco de Asís. La magnífica custodia de la parroquia, una pieza de 1672 cuyo autor fue el orfebre Sebastián Sánchez de la Cruz muestra en su macolla central a cuatro caras las imágenes de San Bartolomé, San Francisco, San José y la Inmaculada (RUEDA, 2005, 74).

Las dos únicas hermandades inmaculistas que existieron en Andújar hasta antes de la Guerra Civil estuvieron: la de la Inmaculada en San Bartolomé y la de la Pura y Limpia en San Francisco. Pero no sólo la huella inmaculista de Andújar se centró en estas cofradías como veremos, pues el convento de Capuchinas fue en sí mismo un auténtico alegato al carácter inmaculado de la Santísima Virgen María.
Así, conservamos varias fotografías realizadas por el historiador Jesús A. Palomino de la portada del convento, donde aparecen la totalidad de los escudos originales. Hoy en día se conservan sólo dos, habiendo desaparecido tres con motivo de la demolición de la mayor parte del convento en la década de los ochenta del pasado siglo.

Ciertamente, este episodio lamentable mutiló el cenobio capuchino hasta tal punto que tan sólo se conserva la capilla, ya sin bienes muebles, y la portada, como hemos comentado con tan sólo dos escudos. La mayoría de los cuadros, retablos e imágenes fueran trasladadas por la comunidad a Córdoba, donde también fueron las monjas, aunque no todos como tendremos oportunidad de analizar en otro estudio. Ahora nos centraremos en el sentido del convento, y para ello debemos recurrir de nuevo a las fotos realizadas por Palomino, que con su cámara ha ido recogiendo auténticos documentos de un valor extraordinario. No cabe duda que Jesús ha sido y es un ser magnífico tanto a nivel personal como científico, nada ponderado en Andújar, su ciudad natal, que suele tener lamentables olvidos con aquellos que más han demostrado quererla. En esta instantánea se aprecian los cinco escudos que tuvo la portada.

Hoy en día se conservan tan sólo los dos que escoltaron al central.           
 
 
Pero el que nos interesa no se conserva. De nuevo tendremos, pues, que recurrir a otra fotografía realizada por Palomino para analizar su motivo, en este caso una inscripción.

La inscripción dice así: “EN ONRA Y GLORIA DE DIOS LA VIRGEN FVE CONZEVIDA SIN PECADO ORIGINAL”. El mensaje era rotundo, claro, y ocupó el lugar principal de la portada. El resto de los escudos del convento eran los propios de la orden seráfica (el abrazo y las cinco llagas) a la que pertenecen las capuchinas y el escudo de la ciudad por haber sido copatrona de su capilla mayor (DOMÍNGUEZ, 1985, 116). Esta es, según se quiso, la homenajeada principal del convento, a quien se dedicó: La Virgen Inmaculada. El mensaje, en cualquier caso, quedó un tanto disimulado, quizás por el hecho de que ya había en nuestra ciudad un convento dedicado a la Inmaculada Concepción, el de las Trinitarias, que fue fundado en el año 1587 (GÓMEZ, 1989, 85).
No cabe duda que la orden franciscana fue la principal impulsora del Dogma Inmaculista, y las Capuchinas, que pertenecen a la gran familia seráfica, no podían ser menos. Pero si esto ocurría en la fachada, en el remate del retablo mayor de su capilla, lugar privilegiado de estas auténticas máquinas escenográficas, se redundó en el tema como veremos.
Acercándonos a estos remates y a su significación pondremos dos ejemplos. El primero es el antiguo retablo de San Francisco, en parte recompuesto en el actual de Santa María. Su remate es la Inmaculada Concepción, que también coronó, como no podía ser de otro modo, el retablo mayor franciscano. Igualmente y en consonancia con la dedicación de su templo, en el retablo mayor del convento de las Trinitarias, hay un bello lienzo de la Santísima Trinidad:

Vemos pues cómo en muchos retablos barrocos, estos espacios altos fueron el lugar en el que se reivindicó una causa... un dogma.
Ocurrió algo similar con el antiguo convento de Capuchinas, cuyo retablo mayor se conservó hasta la década de los ochenta del pasado siglo en su emplazamiento original, aunque hoy, desmontado, se encuentre en Córdoba, repartidas sus piezas entre la capilla mayor y la clausura del Convento de San Rafael de Capuchinas. Este convento se encuentra muy próximo a las Tendillas, en la Plaza del obispo Osio. De nuevo Palomino nos proporciona esta foto cuando el retablo permanecía en Andújar (PALOMINO, 2003, 206).
 
En la instantánea no se aprecia con claridad cuál es el motivo de este remate, aunque se intuyen una escalera, unos semicírculos tras ella y algunos personajes. Más clara es esta otra imagen del mismo lienzo conservado en Córdoba, que hemos querido disponer junto a la anterior, para comprobar que se trata del mismo cuadro:
 
Se confirma así que en el lienzo se dispone una larga escalera, en cuya base hay una puerta y los semicírculos, son como un arco iris. Rematan una serie de personajes, ángeles, santos, Trinidad, etc. en la Gloria. Claramente la escalera lleva desde la Tierra al Cielo en una simbología profunda que merece detenerse en ella. El cuadro, a pesar de parecer casi único por su rareza, no lo es. En el convento del Carmen de Antequera se conserva otro muy similar, aunque de inferior calidad:

No cabe duda que ambos cuadros tienen un parentesco formal evidente. Está claro que uno copia a otro o ambos se inspiran en un grabado común que sería la fuente de inspiración.
 
En detalle se observa que los arcos que conforman ese “arco iris” son en realidad alusiones a los planetas de nuestro sistema solar, de acuerdo eso sí, con el conocimiento existente en ese momento, aparte de otras leyendas que explican el mensaje hermético del cuadro:
 
Nos encontramos así con los cuatro elementos por un lado: agua, tierra, aire y fuego. Luego la Luna, después Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno, en total siete espacios intermedios y tras las constelaciones estelares está la Gloria. En la escalera aparecen gradualmente algunos términos como Teología, Lección, Meditación, Oración, Contemplación, Devoción, Especulación... Se plasma así un proceso espiritual interior que lleva desde la Tierra a la Gloria. A los pies de la escalera se disponen la Santísima Virgen, abrazando esta escalera y al otro lado una figura alegórica que sostiene el cáliz y la cruz, se trata de la Fe. La Santísima Virgen en su duplicidad de Mediadora, humana y divina, espera arriba y abajo. En la Tierra con nosotros y en el Cielo, a la derecha de la Santísima Trinidad, ayudándonos, siendo nuestro “lazarillo” en la ceguera que tenemos por encontrar por nosotros mismos la Gloria de Dios.
Por tanto, la escalera es el instrumento que amorosamente ofrece la Santísima Virgen a los hombres y mujeres del Mundo que tienen fe, para alcanzar a Dios. La Madre cumple así su función de Mediadora Universal, Ella es la Puerta del Cielo, de ahí la existencia de una puerta en la base de la escalera. Es una bellísima metáfora del papel de la Santísima Virgen, de sus Glorias y sus Realezas, que no sólo estaban en la portada, como Mater Sinelabe Concepta, sino también como Mater Mediatrix en el coronamiento del retablo mayor.   
Otros cuadros hoy en el convento de las Capuchinas de Córdoba, pero que hasta los años ochenta del pasado siglo estuvieron en la iglesia de Andújar también aluden al ciclo de la vida de la Virgen, como éste de la Presentación de María en el templo, con un aire casi tenebrista muy del estilo de Valdés Leal:

Aparece aquí la hija de Santa Ana subiendo las escaleras ante Zacarías. Otro cuadro de este ciclo es el de la Adoración de los Pastores, copia de un lienzo de Murillo conservado en la Wallance Collection.
 
 
 
Y por último el de la Huida de la Sagrada Familia a Egipto, en la que aparece el asno tirado por un ángel, composición que también encontramos en un cuadro de escuela madrileña.
 
 
 
Un último cuadro que creemos identificar como uno de los cuatro que ornaron la iglesia de las Capuchinas de Andújar es éste que nada tiene que ver en temática con el resto. Se trata del Bautismo de San Agustín, inspirado en otro realizado por Antonio del Castillo, conservado en el Museo de Bellas Artes de Córdoba y que se titula Bautismo de San Francisco y que reproducimos a la derecha del cuadro de Capuchinas.
 
 
Quizás este lienzo sea el que se menciona en las actas capitulares como procedente de la Compañía de Jesús, una vez que los jesuitas habían sido expulsados de él. La referencia es del día 9 de Octubre del año 1802: “La abadesa de las capuchinas pide se le done un cuadro que está en lo que fue iglesia de la Compañía de Jesús. Se accede a su petición” (TORRES, 1981, 412).
Por último un cuadro que estuvo en la clausura del convento de las Capuchinas de Andújar, de pequeño formato y realizado sobre cristal, pasó tras la ruina del convento a la Casa de los Pisa de Granada, donde hoy se conserva. Es una pieza que ostenta en el marco el escudo de la familia Pérez de Vargas, de gran calidad y que representa a la Virgen con el Niño. Está fechado en el año 1769 (DOMÍNGUEZ, 1985, 117-118).
 
 
Como hemos visto existieron una gran cantidad de obras de arte en homenaje a la Santísima Virgen en el convento de las Capuchinas de Andújar, hoy desprovisto de todos sus bienes muebles, dispersos entre Córdoba y Granada principalmente.
 
BIBLIOGRAFÍA

DOMÍNGUEZ CUBERO, J. (1985): Monumentalidad religiosa de Andújar en la Modernidad, Jaén. 

GÓMEZ MARTÍNEZ, E. (1989): “Las Trinitarias de Andújar. Cuatro Siglos de Historia” en Las Trinitarias de Andújar. IV siglos de Historia 1587-1987, 81-114, Córdoba. 

PALOMINO LEÓN, J. A. (2003): Ermitas, Capillas y Oratorios de Andújar y su término, Jaén.

RUEDA, I. (2005): “La orfebrería de la Parroquia de San Bartolomé de Andújar”, en LOPEZ SANJUAN (Coord.): Ecclesia de Eucharistía, 70-81, Jaén. 

TORRES LAGUNA, C. (1981): Andújar a través de sus Actas Capitulares (1600-1850), Jaén.

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