Juan Carlos Moreno Almenara
Hermano Mayor de Cofradía de la Santa Vera-Cruz, de Andújar
Se conoce como tiempo de Adviento al primer periodo del año litúrgico cristiano. Es el tiempo en el que recordamos y conmemoramos la primera venida de Cristo y por este recuerdo se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos.
Jesucristo es la luz del mundo que viene a nosotros y
nuestro corazón lo busca, lo anhela y lo espera.
Con la primera venida, Dios Padre lleno de misericordia nos
envía a Jesús su Hijo para que libere al ser humano de la esclavitud del
pecado, con su pasión y muerte en la cruz.
Desde su resurrección y posterior ascensión a los cielos
esperamos la “Parusía”, su vuelta, aunque el evangelio nos dice que nadie sabe
ni el día ni la hora en la que sucederá.
Su duración no ha sido siempre la misma, en el cristianismo
primitivo era conocido este tiempo como la “cuaresma de San Martín”, comenzaba
el 11 de noviembre y duraba hasta Navidad, fue el papa San Gregorio I el Magno
(590-604) el que lo redujo de seis a cuatro semanas, tal y como hoy lo
celebramos. Actualmente su duración abarca desde la festividad de Cristo Rey,
último domingo del año litúrgico, hasta la Natividad del Señor y la integran
los cuatro domingos anteriores al día 25 de diciembre.
Sigue teniendo todo el contenido espiritual de los primeros
tiempos, es tiempo de arrepentimiento y de penitencia, aunque también de
esperanza y tenemos la obligación de prepararnos espiritualmente para la
celebración del nacimiento de Cristo.
Por eso la Iglesia nos urge en este tiempo, que al igual que
en estas fechas preparamos la casa, la limpiamos y la adornamos para recibir
con alegría al Señor que viene, limpiemos nuestra alma, que es templo del
Espíritu Santo por el bautismo, de la suciedad del pecado y llenos de fe
pidamos al Dios de la Misericordia mediante la oración que venga de nuevo a
nosotros que lo esperamos llenos de esperanza, de amor, de paz, de gozo y de alegría.
Todas la Iglesias Cristianas celebran este acontecimiento
aunque cada una con sus ritos litúrgicos propios.
En la Iglesia Católica Romana su celebración va asociada a
la Corona de Adviento hecha de ramas de pino o abeto en cuyo centro se sitúan
cuatro velas que se irán encendiendo paulatinamente cada domingo hasta la
Navidad. La liturgia al igual que en Cuaresma cambia, el color del Adviento es
también el purpura o morado que nos llama a la conversión y a la penitencia, en
la misa no se recita el Gloria ni el Aleluya, las lecturas bíblicas versan
sobre los profetas Isaías y Jeremías, Juan el Bautista “una voz grita en el
desierto…” y María la Madre de Dios. En la primera semana se nos anuncia el
final de los tiempos, en la segunda se nos llama a la conversión, la tercera
semana es la de la alegría por el Señor que llega y la cuarta se centra en la
figura de María la Madre de Dios que es modelo de esperanza para la humanidad
entera.
La Corona de Adviento es el primer anuncio de la Navidad,
tiene forma circular porque el círculo no tiene principio ni fin, es señal del
Amor de Dios que es eterno y también de nuestro amor al Señor y al prójimo.
Para confeccionarla se usan ramas verdes de árboles de hoja
perenne, habitualmente pino, abeto, ciprés, laurel etc., porque verde es el
color de la esperanza y la vida, y Dios quiere que busquemos su gracia, el
perdón de nuestros pecados y la gloria eterna al final de nuestros días. Se
suele adornar con manzanas rojas, frutos de Jardín del Edén y símbolo del
pecado de Adán y Eva. Un lazo de color rojo envuelve las ramas formando la
corona que simboliza nuestro amor a Dios y el amor que Él nos devuelve.
En el centro de la corona se sitúan cuatro velas que se van
prendiendo semana a semana en los cuatro domingos de adviento con una oración
especial para cada una de ellas. La oscuridad es provocada por el pecado que
ciega al hombre y lo aleja de Dios que es la Luz. Las tinieblas se van
disipando con cada vela que encendemos. Tradicionalmente tres suelen ser
moradas y una rosada que se enciende el tercer domingo de Adviento, llamado de
“gaudete” o de la alegría, debido a la primera palabra del introito de la Santa
Misa, el color litúrgico de ese día es el rosa como signo de gozo y se invita a
los fieles a alegrarse porque el Señor ya está cerca. También suelen utilizarse
velas con los colores litúrgicos, verde, rojo, morado y blanco.
En algunos lugares, todas las velas se sustituyen por velas
rojas que simbolizan, la primera el amor, la segunda la paz, la tercera la
tolerancia y la cuarta la fe y en la noche de Navidad, en el centro, se coloca
una vela blanca o cirio que simboliza a Cristo como centro de todo cuanto
existe.
El segundo anuncio de la Navidad viene simbolizado por el
Árbol de Navidad que es el árbol de la vida y del universo que hunde sus raíces
en el reino de los muertos y a través de la copa asciende hacia el Reino de los
Cielos en cuya cúspide brilla la Estrella de Navidad símbolo de la Luz que es
Dios. Este árbol en Cuaresma se
transformará en el Árbol de la Cruz de
la que penderá Cristo para la salvación del mundo. Y en Pascua de Resurrección
será el Árbol de Mayo que reverdece a la vida después de haber sido regado con
la sangre vivificadora del Salvador.
Varias son las festividades que se conmemoran en este tiempo
de Adviento, entre las que destacan dos de marcado carácter hagiográfico
dedicadas a San Nicolás de Bari y a Santa Lucía de Siracusa y otras dos de
carácter plenamente mariano dedicadas a la Santa Madre de Dios: las de su Pura,
Limpia e Inmaculada Concepción y la de la Expectación del Parto.
SAN
NICOLÁS DE MYRA O DE BARI
San
Nicolás nació alrededor del año 270 en Patara provincia romana de Licia (actual
Turquía), en el seno de una familia cristiana acomodada, parece ser que su
padre pudo ser zapatero, como era normal fue educado en la fe y destacó por su
carácter piadoso y generoso, pues a la muerte de sus progenitores repartió su
herencia entre los pobres necesitados y se fue a vivir a Myra capital de esa
provincia donde fue consagrado obispo, fue un destacado miembro del concilio de
Nicea y defensor de la naturaleza divina de Cristo. Murió en Myra el 6 de
diciembre de 343, no sin antes realizar diversos milagros entre ellos “el de
conseguir que tres muchachas cuyo padre había caído en la más absoluta miseria
tuvieran que prostituirse para sobrevivir, dejó caer por la chimenea unas
monedas de oro que milagrosamente cayeron en unas medias de lana que las
jóvenes habían dejado secando”, de aquí se supone la tradición actual de colgar
calcetines tejidos de lana para recibir los regalos de Navidad. Se le atribuye
también el milagro de interceder ante Dios por tres niños que habían sido
sacrificados por un hostelero que no tenía nada para dar de comer a unos
clientes, siendo inmediatamente devueltos a la vida, saliendo ellos mismos por
su propio pie de la cubeta donde estaban
muertos.
Se le representa ya anciano con el cabello y barba blancos,
con vestiduras, mitra y báculo de obispo en una mano y en la otra los
Evangelios y sobre ellos tres manzanas, a sus pies una cubeta de la que salen
tres niños desnudos.
Azulejo de San Nicolás de Bari sobre el arco de entrada a la Plaza de abastos desde la Plaza de Rivas Sabater, lugar en el que estuvo emplazado nuestro convento de Franciscanos. Azulejo perdido en la actualidad, como tantos otros bienes de nuestro patrimonio andujareño.
No será hasta el siglo XIII, después del traslado de sus reliquias a Bari en Italia, cuando su
devoción se extiende por toda Europa. Ya en el siglo XV existía la costumbre de
poner zapatos en las iglesias en la víspera del 6 de diciembre con el fin de
obtener dádivas de los pudientes que eran repartidas entre los pobres el día de
su festividad.
En el siglo XVI esta costumbre se convierte en familiar
imponiéndose el poner los zapatos junto a la chimenea para recibir dulces y
regalos el día de San Nicolás. Esta fiesta siempre estuvo muy arraigada en los
Países Bajos donde recibe popularmente el nombre de “Sinter Klass” abreviatura
en holandés de Sint-Nicolaas. En Alemania, Austria y Suiza recibe el nombre de
Santi Klaus, abreviatura en alemán de Santi Nikolaus.
En el siglo XVII los holandeses fundaron en Norteamérica la
colonia de Nueva Amsterdam, actual Nueva York, llevando con ellos la devoción a
San Nicolás y su fiesta del Sinter Klass, donde fue adaptado al inglés como Santa
Claus. Hasta mediados del siglo XIX se le representaba en todas partes vestido
de obispo con alba y guantes blancos, capa, estola y mitra rojas, báculo en una
mano y cabellos y barba largos blancos.
No sería hasta 1863 cuando el San Nicolás/Santa Claus
estadounidense adquirió su actual fisonomía, dejando de hacer regalos el 6 de
diciembre para hacerlo la noche de Navidad, pasando pronto a la Inglaterra
victoriana, de ahí a Francia donde adquirió el nombre de Père Noël/Papa Noel y
de aquí se extendió por toda Europa y el resto del mundo.
SANTA
LUCÍA DE SIRACUSA, MARTIR Y VIRGEN
Santa Lucía fue una mártir cristiana que padeció martirio en
tiempos del emperador Diocleciano. Es venerada por las iglesias católica,
ortodoxa y luterana.
Imagen de Santa Lucía que recibe veneración en la Parroquia de
San Miguel Arcángel, de Andújar
Nació en Siracusa en el año 283, era hija de padres ricos y
nobles, parece ser que se llamaron Lucio y
Eutaquia, su padre murió joven, siendo Lucía aún muy niña, pronto abrazó
el cristianismo, consagró su vida a Dios
e hizo voto de virginidad.
Comprometida, por su madre, a casarse con un joven pagano,
ésta se negó al matrimonio, por lo que fue acusada por su pretendiente ante el
procónsul Pascasio, que le ordenó hacer sacrificios a los dioses, a lo que
Lucía se negó, fue torturada y le sacaron los ojos de sus órbitas, pero, aún,
así siguió viendo, por lo que finalmente fue decapitada conforme a la ley
romana el 13 de diciembre de 304 en su ciudad natal de Siracusa. Fue sepultada
en el mismo lugar de su martirio, donde en el año 313 se erigió un santuario
dedicado a ella.
Imagen de Santa Lucía que recibe veneración en la Parroquia de
San Miguel Arcángel, de Andújar
Su nombre significa “la que porta la luz”, es abogada de las
enfermedades de la vista, y patrona de
los sastres, modistas, afiladores y cortadores. Se la representa con una bandeja en una mano, en la que lleva
los ojos y en la otra la palma del martirio y una espada.
Si bien su culto es muy antiguo, su fiesta que se extiende
por toda Europa, se remonta a la Edad Media, fue introducida en los siglos XVI
y XVII en los países escandinavos, donde aún hoy está muy arraigada, sobre todo
en Suecia y Finlandia, en donde en la mañana del 13 de diciembre, niños y niñas
salen a las calles en cortejos donde se cantan canciones tradicionales, las
niñas se visten de “lucía” llevando un vestido largo de blanco inmaculado y una
corona con siete velas en la cabeza, y los niños un sombrero coronado por una estrella
que anuncia la próxima Navidad.
Imagen de Santa Lucía que recibe veneración en la Parroquia de
San Miguel Arcángel, de Andújar
“Santa Lucía que de la luz recibiste tu nombre, a Ti
confiadamente acudo, para que me alcances la luz celestial que me preserve del
pecado y de las tinieblas del error. También te imploro me conserves la luz de
mis ojos, si Dios es servido. Haz
Santa Lucía, con estas oraciones, que a la hora de mi muerte, pueda gozar
finalmente de vos en el Cielo viendo la Luz eterna de Dios”. Amén.
CONCEPCIÓN
DE LA MADRE DE DIOS
La Inmaculada Concepción es el dogma de fe que declara que
por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado desde su
concepción.
La concepción es el momento en el cual Dios crea el alma y
la infunde en la materia orgánica precedente de los padres. La concepción es el
momento en que comienza la vida humana.
Inmaculada Concepción de la Virgen María
venerada en el convento de Madre Trinitarias,
de Andújar
El dogma declara que María quedó preservada de toda carencia
de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa
Ana. Es decir María es la llena de gracia desde su concepción.
Nuestra Señora de los Dolores durante la celebración de la
Octava de su Inmaculada Concepción
en este Año de Gracia de 2016
Si bien los textos sagrados no nos dicen nada claro al
respecto, su fundamento bíblico se deduce de textos contenidos en los libros del Génesis (Gen. 3: 15) Evangelio
de Lucas (Luc. 1: 28) y Apocalipsis (Apc. 12: 1).
Nuestra Señora de los Dolores durante la celebración de la
Octava de su Inmaculada Concepción
en este Año de Gracia de 2016
La creencia de que la Virgen María nunca tuvo pecado, ni
siquiera el original, existe desde los primeros siglos del cristianismo. San
Ireneo de Lyon, jurista romano convertido al cristianismo en el siglo II
escribió refiriéndose al pecado original “El nudo de la desobediencia de Eva
quedó suelto por la obediencia de María”. María se convierte así en la nueva Eva y, en
palabras de San Pablo, Cristo en el nuevo Adán, sobre los que se crea la nueva
humanidad.
Una oración compuesta por San Efrén de Siria en el siglo IV
reza así:
“Ciertamente Tú
(Cristo) y tu madre sois los únicos que habéis sido completamente hermosos,
pues no tenéis defecto ni mancha alguna”.
Nuestra Señora de los Dolores durante la celebración de la
Octava de su Inmaculada Concepción
en este Año de Gracia de 2016
En el XI Concilio de Toledo reunido en la basílica de Santa
María en el año 675, el rey visigodo Wamba ya era titulado defensor de la
Purísima Concepción de María.
Aunque no sería hasta
el siglo IX cuando se introduciría en occidente la fiesta de la Concepción de
María procedente de la iglesia oriental. Fiesta que había sido fijada para el 8
de diciembre, nueve meses antes de la fiesta de la Natividad de María que se
celebraba el 8 de septiembre desde el siglo VI.
Hacia 1128 el monje Eadmero de Canterbury escribe el primer
tratado de defensa del posterior dogma. Aunque también es cierto que hubo
cristianos destacados, en incluso santos como San Vicente Ferrer o Santo Tomás
de Aquino, que mostraron alrededor de este dogma algunas dudas de carácter
teológico. Aunque éstas fueron despejándose a lo largo de siglos de estudio y
debate.
En el siglo XIII se estableció un extenso y polémico debate
entre los franciscanos que fueron muy fieles a la creencia de la Concepción
Inmaculada de María cuya representación solía presidir los templos franciscanos
y a cuyo arraigo y extensión por todo el mundo contribuyeron, y los dominicos detractores acérrimos de esta
creencia.
Nuestra Señora de los Dolores durante la celebración de la
Octava de su Inmaculada Concepción
en este Año de Gracia de 2015
Al principio del siglo XIV el beato franciscano Juan Duns
Escoto, inspirado en algunos teólogos del siglo XII y por el mismo San
Francisco de Asís, ferviente defensor de este dogma, brindó la clave para
superar las objeciones, contra la doctrina de la Inmaculada Concepción de
María. Sostuvo que Cristo, el mediador
perfecto, realizó precisamente en María el acto de mediación más excelso:
Cristo la redimió “preservándola” del pecado original. Se trata de una forma de
redención aún más admirable: no por liberación del pecado, sino por
preservación del pecado.
En 1483 el papa Sixto IV extiende la fiesta de la Concepción
Inmaculada de María a toda la iglesia de occidente.
Desde 1644 es fiesta de guardar en todos los territorios que
formaron parte de la Corona Española de la que fue declarada patrona y
protectora y durante su celebración los sacerdotes tienen el privilegio de
vestir casulla azul. El primer templo dedicado a la Inmaculada Concepción en
España fue el del monasterio de los jerónimos de Granada en 1504. Y el primero
de la diócesis jiennense fue el convento de trinitarias de Andújar fundado el 8
de diciembre de 1587.
En 1708 el papa Clemente XI la declara fiesta de guardar en
toda la iglesia católica. Aunque no será hasta el 8 de diciembre de 1854 cuando
el papa Pio IX defina sin dejar lugar a dudas el dogma de la Inmaculada
Concepción de María en la bula “INEFFABILIS DEUS”.
Nuestra Señora de los Dolores durante la celebración de la
Octava de su Inmaculada Concepción
en este Año de Gracia de 2015
“Tota pulcra” el un himno del siglo IV en el que se dice ya
expresamente que “en ti no hay mancha
original”.
“Tota
pulcra es María, et maculata originalis non est in te.
Tu
gloria Ierusalem. Tu laetitia Israel.
Tu
honorificentia populi nostri. Tu advocata
peccatorum.
O
Maria, Virgo prudentissima, Mater clementissima: Ora pro nobis.
Intercede pro nobis ad Dominum Iesum Christum“.
Sine Labe Concepta de nuestra Hermandad
conteniendo la reliquia de sangre de San Pío IX,
pontíficie que definió y declaró el Dogma de la
Inmaculada Concepción de la Siempre Virgen María
EXPECTACIÓN
DEL PARTO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Esta advocación se relaciona con el tiempo en que la Santísima
Virgen vive su embarazo esperando el nacimiento de Jesús.
La fiesta fue
instituida por los padres del X concilio de Toledo en el año 656, reinando
Recesvinto en Hispania y en tiempo de San Eugenio tercer obispo de Toledo,
quienes la fijaron para ocho días antes de la Navidad o sea el 18 de diciembre.
La razón que se dio para fijar esta festividad litúrgica fue que como la fiesta de la Anunciación de
Nuestra Señora el 25 de marzo cae ordinariamente en tiempo penitencial de cuaresma
o pascua en el cual está la iglesia ocupándose en otras ceremonias, lo que
impide celebrarla con toda la solemnidad y regocijo que merece, se imponía esta
segunda fiesta para dar realce al misterio de la Encarnación del Verbo. ¿Y qué
mejor tiempo para esta celebración que el adviento, que está lleno de regocijo
de la esperanza gozosa del nacimiento del Salvador? El tiempo de Adviento es
definitivamente un auténtico mes de María, pues gracias a Ella y a su “FIAT”
dio paso a la plenitud de los tiempos, y podemos y debemos prepararnos para
recibir a Cristo que vuelve a nosotros.
Nuestra Señora de la Esperanza,
venerada por su Cofradía en
Santa María la Mayor, de Andújar.
Vestida para su fiesta del Dogma
en el Año de Señor de 2010
Fue confirmada esta fiesta por San Ildefonso sucesor de San
Eugenio mandando además que se llamara
también “La Expectación del Parto de la Santísima Virgen”, si bien era conocida
popularmente por el día de Santa María.
Se le impuso así mismo el nombre de la fiesta de la O,
surgiendo la advocación de Nuestra Señora de la O, porque durante esta octava
se cantan en sus vísperas las antífonas mayores del Magnificat que empiezan por
O Sapientia… O Adonai… O Enmanuel…, exclamación de gozo y deseo. Con el tiempo,
la religiosidad popular relacionó la “O” con el avanzado estado de embarazo de
la Virgen para esta fecha, cuyo vientre se mostraba redondo.
Nuestra Señora de la Esperanza,
venerada por su Cofradía en la Parroquia de
Santa María la Mayor, de Andújar
Estado de buena
esperanza que también dió lugar a la advocación de Nuestra Señora de la
Esperanza, porque la Virgen lleva en su vientre al “MESIAS” que había sido
esperado por los Patriarcas, los Profetas y todo el pueblo de Israel desde el
momento de la caída de nuestros primeros padres en la esclavitud del pecado
(Gen. 3,15).
Esta festividad debe estimularnos a recibir con esperanza y
alegría el tiempo de Navidad que se acerca, en la que los fieles evocamos y
esperamos el nacimiento del Salvador.
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