Escrita y procalamada por don Francisco José Moreno Almenara
para la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno
y Ntra. Sra. de la Estrella
y pronunciada, en la noche del 17 de diciembre de 2016
en el Salón Parroquial de Ntra. Sra. de la Paz,
de Marmolejo (Jaén)
Mirad
cómo tiene frio,
mirad
cómo rompe en llanto
y
cómo busca cobijo
en
el maternal regazo
este
Niño de Dios Hijo
despojado
de su rango,
que
así viene a redimirnos
y
a morir crucificado
por
librarnos del estigma
del
primigenio pecado.
Mirad
cómo en este Niño
lo
divino se hace humano.
Reverendo
Sr. Cura Párroco D. Miguel Ángel Jurado
Arroyo, Señora Presidenta de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y
Virgen de la Estrella Dª Josefina Centeno Galera y demás miembros de la Junta
de Gobierno de la Hermandad, hermanos y amigos todos.
Gracias
en primer lugar a nuestro Párroco D. Miguel Ángel, por su paciencia y por estar
siempre que lo necesito. Gracias también a Josefina y a su Junta de Gobierno
por la confianza que han depositado en mí para que se a exaltador de esta
Navidad, gracias a Manolo Almansa por su presentación y por supuesto gracias a
todos vosotros, familiares y amigos que hoy me acompañáis.
Navidad,
tiempo de sosiego, de tranquilidad del alma, son días de reflexión, de
conocernos más y mejor a nosotros mismos.
Navidad
es festejar el nacimiento y la llegada de Jesús a la tierra, el día en que
nació, nació una esperanza para el mundo entero.
La alegría de los adornos y de los regalos esconde
el misterio de la humildad de Dios que nos invita a la calma y a la sencillez. Roguemos al Señor
a que nos ayude a atravesar con la mirada las
paredes deslumbrantes de este tiempo hasta encontrar detrás de ellas al Niño en
el establo de Belén, para descubrir así la verdadera alegría y la verdadera
luz.
Navidad
no es la celebración de una fecha, sino la de un hecho, el nacimiento del
Salvador, evento absolutamente decisivo en la historia de la humanidad.
Este hecho fue de tal magnitud que todo el cielo lo
celebró como nos dice San Lucas 2, 13-14 “De pronto en torno al ángel, apareció
una legión del ejercito celestial que alababa a Dios diciendo: <<Gloria a
Dios en el Cielo, y en la tierra Paz a los hombres de buena voluntad>>”.
El Nacimiento de Cristo no fue el nacimiento ordinario de
un hombre ordinario. Fue el nacimiento de la persona más extraordinaria de la
historia, un hijo nacido de una virgen por medio de la concepción divina sin
tener un padre humano.
El nacimiento de Jesucristo fue la encarnación de Dios
mismo, es decir, el mismo Dios se hace hombre.
El nacimiento de un niño no sólo es alegría de sus padres
y de su familia, sino también de la Iglesia. Jesús sentía predilección por los
niños y solía rodearse de ellos. A la gente y a sus discípulos les señalaba a
ellos como modelos para entrar en el reino de los cielos.
Pero sobre todo es alegría para la Iglesia porque ellos
son el futuro, la esperanza que sigue floreciendo.
El niño que contemplamos en el nacimiento es el mismo
hombre adulto que años más tarde comenzará a anunciar la palabra de Dios,
devolverá la vista a los ciegos e incluso resucitará a los muertos.
La Navidad se prepara en cada casa, en la parroquia, en
cada rincón del mundo.
Una
de las cosas más entrañable en Navidad es la de poner el nacimiento o Belén con
las diversas figuras que lo conforman. Esta tradición empezó en el Siglo XIII cuando a San
Francisco de Asís se le ocurre la idea de escenificar el nacimiento de Nuestro
Señor con figuras vivas, llevando a cabo tal representación por primera vez en
el año 1223 en una aldea de Italia –Greccio-.
Es
en el Siglo XIV cuando los franciscanos difunden esta tradición por España,
aunque en un principio el Belén quedó restringido exclusivamente a los conventos.
Poco
a poco, esta tradición fue penetrando de
manera admirable en el mundo cristiano hasta llegar a nuestros días.
De
manera especial se vive este montaje de Belenes en Marmolejo, donde es
tradición desde hace mucho tiempo empezar a hacerlos en el puente de la Inmaculada.
Recuerdo
la primera Navidad que yo pasé aquí en nuestro pueblo, fue en 1985, me
sorprendió gratamente ver los nacimientos tan grandes, con figuras de barro y
con casas y puentes hechos de manera artesanal y que con tanto detalle ponían
nuestros paisanos, los que más me sorprendieron fueron los de nuestro sacerdote
“Manu”, el de Sebas, o el del primo Marcelino, tradición que en este último
caso continua en su hijo Antonio Javier.
Nada
que ver con el que poníamos en mi casa, hecho con serrín y un río de papel de
aluminio, y que, aunque tenía muchas
figuras, estas eran pequeñitas y de
plástico.
Cuando
unos años después, Dolores y yo nos trasladamos a vivir a Marmolejo junto con
nuestra hija Sonia, empezamos poco a
poco a formar nuestro propio Belén con
figuras de escayola que pintábamos a mano en muchas noches de robar horas al sueño, aunque
la satisfacción que sentíamos cuando lo veíamos puesto lo compensaba todo.
También recuerdo que junto a este Belén ponía el de figuritas de plástico que había
en casa de mis padres, ya que siendo pequeño mi hijo Francisco José, este se
pasaba muchas horas delante del mismo jugando
con los pastores y los Reyes Magos moviéndolos de un lado a otro, añadiéndole
él una gran colección de animales de todo tipo que tenía, no había un día de
Navidad en que el Belén estuviese de la misma manera.
Lo
cierto es que nos tiene que dar igual
que el Belén sea de plástico, de barro o de escayola, que las figuras sean
grandes o pequeñas, que sean artísticos, raros o barrocos … lo importante es que en cada una de nuestras
casas haya uno, que en estas fechas el Niño Jesús esté en nuestros hogares
ocupando un lugar privilegiado. El Belén es el mejor catecismo que podemos dar
a nuestros pequeños.
Cuando
vemos un nacimiento con la Virgen, José y el Niño Jesús, contemplamos a la
Sagrada Familia; en ese momento, todos
pensamos en nuestra madre que nos dio a luz, y en nuestro padre. Todos
pertenecemos a una familia humilde que
sabe de necesidades y que las cosas se consiguen con esfuerzo. Nuestros padres
se preocuparon de mantener la familia y de nuestra educación. En efecto, la
misión de los padres no consiste sólo en tener hijos, sino también en educarlos
desde su nacimiento y sobre todo educarlos en la fe de Dios.
Parémonos un rato ante el Misterio, y miremos la cara
angelical de ese Niño hijo de Dios, la cara maternal de María como llena de
amor mira a su Hijo, y veamos a San José, a ese padre bueno que protege y ama a
su familia.
La Virgen María es modelo incomparable de evangelización,
pues no comunicó al mundo una idea, sino al mismo Jesús, el Verbo encarnado.
Confiemos en la maternal intercesión de María, Madre de
Jesús y madre nuestra, para que nos ayude en esta Navidad ya muy cercana a
reconocer en el rostro de nuestro prójimo la imagen de Dios hecho hombre, invoquémosla
con confianza para que la Iglesia anuncie también a nuestro tiempo a Cristo
Salvador.
Y
confiemos también en la intercesión de San José, carpintero en Nazaret y
ejemplo de humildad, obediencia y confianza en Dios, que aceptó que el hijo que esperaba María era obra
del Espíritu Santo, cuidando y amando a ambos hasta su muerte.
NAVIDAD
ES ESPERANZA:
Salmo 62. “Descansa
sólo en Dios, alma mía
porque Él es
mi esperanza;
sólo Él es mi
roca y mi salvación
mi
alcázar: no vacilaré”
La
Navidad es un acontecimiento lleno de
esperanza, de gozo y de alegría. El Mesías prometido nació y vivió entre
nosotros para traernos salvación y la esperanza de un mundo mejor.
Dios
viene a habitar con los hombres, elige la tierra para estar junto a nosotros.
La
presencia de Dios en medio de la humanidad no se da en un mundo ideal, sino en
este mundo real, marcado por cosas buenas y malas. Él ha elegido habitar en
nuestra historia así como es, con todo el peso de sus límites y de sus dramas.
Haciéndolo así ha demostrado de forma insuperable su inclinación misericordiosa
y llena de amor hacia las criaturas humanas.
La Navidad es la prueba de que Dios se ha puesto del lado
del hombre de una vez y para siempre, para salvarnos de nuestros pecados.
Él
sigue con nosotros, nos llama a
seguirle, nos invita a compartir nuestro amor con el que sufre, con el que
llora y gime de dolor, con el que está perdido y abandonado, con el que no
tiene ninguna posibilidad de esperanza. Debemos proclamar todos los días que
nuestra esperanza está en el Señor Jesucristo y en nadie más. Que esa esperanza
surge de nuestra fe en Dios todopoderoso y se nutre en la experiencia cotidiana
con él y con nuestro prójimo.
Debemos de tener fe en
la esperanza de que las promesas
de Dios serán cumplidas.
Todos hemos pasado por momentos en nuestra vida con
problemas familiares, médicos o laborales en lo que hemos perdido un poco la Fe
y la esperanza en que estos problemas se solucionen.
Muchas veces buscamos soluciones sin encontrarlas y
cuando nos vemos agobiados y sin ilusión buscamos a Dios. Él se convierte en la
súplica de nuestro último recurso. Después de haber agotado todas las otras opciones, vamos a Dios, lo
buscamos en la oración y Él siempre está allí, esperando pacientemente como ese
Padre bueno que espera a sus hijos. Pero es aquí cuando nos equivocamos, Dios
no debe ser nuestro último recurso, debe ser el primero. Debemos ir a Él antes
que a nadie, y nuestra esperanza no debe estar en un resultado específico,
nuestra esperanza está en Dios propiamente. Debemos confiar en que Él hará lo que es
mejor, y eso puede que no sea lo que nosotros esperamos o deseamos, pero lo que
si podemos asegurar siempre es que Dios proveerá su fe para nosotros y que
nunca nos decepcionará.
NAVIDAD ES AMOR:
Salmo
116 Amo al Señor, por que escucha
mi
voz suplicante,
porque
inclina su oído hacia mí
el
día que lo invoco”
Navidad
es compartir el amor que sientes con tus familiares y amigos.
El
amor es parte de nuestro ser, que se hace realidad cuando se hace presente.
En
Navidad celebramos el regalo más grande dado a la humanidad, el amor de un
Padre que entrega a su Hijo para salvarnos a todos.
Dios mandó a su Hijo con nosotros hace más de dos mil
años, y aquí se quedó, Él nos sigue amando, Él con su amor nos regala cada día
un día nuevo para olvidar el resentimiento y los agravios, para darnos a los
demás y compartir con ellos todo lo que tenemos.
El camino del amor es dar sin esperar recibir, amar sin
expectativas y sin buscar reciprocidad ni compensación.
Antes he dicho que no hay amor más grande que el del
Padre que entrega a su Hijo, pues bien, creo que ese amor los que hoy estáis
aquí y sois padres y madres lo conocéis, el amor incondicional que damos a
nuestros hijos sin esperar nada a cambio, ese es el mismo amor que Dios nos da
a nosotros por ser hijos suyos.
Muchas
veces podemos pensar que el motivo que mueve a Dios a hacerse hombre fue el
pecado, pero el verdadero motivo fue el amor; no pudo ser el pecado porque de
una causa tan horrible como el pecado, no podría brotar un efecto tan
extraordinario y generoso como es la Encarnación del Hijo de Dios.
La causa fue el amor; y la ocasión para que Dios
manifestara una vez más ese amor que le desbordaba su corazón fue el pecado de
los hombres. Quiso por puro amor y sin estar obligado a nada, salir a la
reconquista del hombre, pues Él había venido a salvar a los pecadores.
No hay nada más hermoso, urgente e importante que volver
a dar gratuitamente a los hombres lo que hemos recibido gratuitamente de Dios.
¡EL AMOR¡
NAVIDAD ES JUSTICIA:
Salmo 82 “Proteged
al desvalido y al huérfano
haced
justicia al humilde y al necesitado.
defended
al pobre y al indigente,
sacándolos
de la mano del culpable”
Somos inmensamente afortunados, poseemos un techo que nos
protege de la intemperie y de las inclemencias del tiempo, tenemos un sinfín de
bendiciones que Dios nos da, y de las que ni nos percatamos, sin embargo
olvidamos que en este instante, millones de personas están padeciendo la
miseria, el hambre, el frio y la guerra.
En
un mundo a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado, es necesario
cultivar un fuerte sentido de la justicia, de la búsqueda y de poner en
práctica la voluntad de Dios.
La justicia de Dios es su santidad y su gracia. La justicia
de Dios es su misericordia y su benevolencia. La justicia de Dios es su perdón.
El tiempo de Navidad nos invita a dejar nuestro corazón
abierto de par en par a la justicia. Esto es lo que nos dice la Navidad.
Con Jesús el clamor de justicia se hace grito, porque Él
se ha encarnado en todos los desposeídos de este mundo.
Jesús
viene a darnos justicia, pero no viene para unos pocos privilegiados, viene
para todos, especialmente para los que se sienten mal, para los más
necesitados, para los enfermos, para los pobres, para los marginados, para los
que se sienten solos y abandonados.
Dios es justo y hará justicia en nuestra vida, Él se
encargará de ayudarnos y de transformar las situaciones injustas que nos haya
tocado vivir. No nos resignemos al desánimo porque tenemos a nuestro lado al
Juez del mundo. Él estará con nosotros y nos hará justicia.
Tal vez no podamos erradicar de golpe la injusticia, pero
si contribuir para aliviar de alguna manera el sufrimiento de los menos
favorecidos.
Tenemos que obrar con equidad, justicia, transparencia y honestidad, dejando
que aflore nuestra verdadera esencia Divina.
Si actuamos de esta manera estaremos predicando con
nuestro ejemplo y haciendo lo que un día,
hecho hombre, hizo ese Niño al que hoy alabamos.
Cuando hablamos de justicia, hay que hacer una mención
especial tanto para las dos ONG’s de la Iglesia Católica, Cáritas y Manos Unidas, así como para las
vocalías de caridad de nuestras hermandades y cofradías que con un trabajo
constante, silencioso y en muchas ocasiones mal visto, colaboran y contribuyen
a paliar las necesidades de los más desfavorecidos.
NAVIDAD ES CATEQUESIS:
Salmo 34 “Bendigo al Señor en todo momento,
su
alabanza está siempre en mi boca;
mi
alma se gloria en el Señor
que
los humildes lo escuchen y alegren.
Jesús
nace para darnos la buena nueva, para enseñarnos que hay algo mejor, viene a
darnos el Reino de su Padre.
Catequesis
es transmisión de Fe, la de nuestro Párroco cuando predica o nos enseña
con la homilía, la de nuestros
catequistas que a diario se esfuerzan en
enseñar y preparar a unos niños cada vez más sumergidos en un mundo material,
donde priman más los regalos y la diversión que el amor a los demás o el amor a
Dios, o la catequesis que más me gusta a
mí, la de los abuelos y abuelas que enseñan oraciones a sus nietos, cantan con
ellos villancicos delante del Belén y
que acompañan por primera vez a estos a la Iglesia.
Aprovechemos estas fechas para enseñar a todos lo que
tenemos dentro, para que cómo en una catequesis magistral, abramos nuestro
corazón, gritemos a los cuatro vientos nuestra Fe, gritemos que creemos en
Jesús, en su venida, y sobre todo en su resurrección.
Sintámonos orgullosos de decir que somos católicos, y
hagamos de la vida de Jesús un ejemplo para guiar nuestra propia vida.
NAVIDAD ES ACCIÓN DE GRACIAS:
Salmo 107 “Dad gracias al Señor
por qué es bueno,
por qué es eterna su misericordia”
Somos
rápidos para hacer nuestras peticiones, pero tardamos en dar gracias a Dios por sus respuestas; porque Dios
siempre responde a nuestras oraciones.
Normalmente nos acercamos más a Dios para pedirle favores
que para darle gracias por sus dones. Cuando nos llegan desgracias, acudimos a
Él para pedirle ayuda y también para echarle en cara que nos tengan que suceder
esas desgracias a nosotros.
Cuando
las cosas nos van bien, no nos acordamos de Dios, no sabemos darle las gracias
por estar bien. El mérito es nuestro y no tenemos por qué dar las gracias a
nadie.
A pesar de los sinsabores de la vida, tenemos mil motivos
para ser agradecidos con Dios, con el vecino, con la familia y con los amigos.
No seamos como los diez leprosos del Evangelio de San
Lucas (17, 11-19), que una vez curados sólo uno que era samaritano alabando a
Dios a grandes gritos, se echó por tierra a los pies de Jesús dándole las
gracias, preguntándose Jesús que si los diez habían quedado limpios, ¿cómo sólo
uno volvió para dar gloria a Dios?
El
caso es que ser agradecidos es importante, serlo en las cosas pequeñas, en
casa, en el trabajo o entre amigos y también serlo en las cosas grandes, cuando
hemos pedido ayuda y alguien nos ha sacado de una dificultad grave.
Es muy importante ser agradecidos porque eso nos hace la
vida más amable. Más amable para quien
recibe el agradecimiento porque se siente apreciado y reconocido, y más amable
para quién agradece, porque así reconocemos la importancia que tienen los demás
en nuestra vida, y sentimos la alegría de poder contar con ellos.
Pero sobre todo, tenemos que ser agradecidos con Dios. Bien
sabemos que Él es nuestro Padre y que somos fruto de su amor, pero a veces no
nos acordamos, no le decimos que nos sentimos felices porque Él está con
nosotros y nos acompaña siempre y nos da fuerzas para seguir adelante.
Tenemos
que dar gracias por todas las bendiciones recibidas, por todo el amor que nos
fue entregado y podemos sentir y expresar.
Gracias
por nuestras familias y nuestros amigos.
Gracias
por el don de la vida, que Él nos dio y sólo
Él nos quitará para llevarnos a su lado.
Gracias
por su perdón, por su misericordia y por su protección.
Gracias
por su amor y su verdad, por fortalecernos.
Gracias
por la Eucaristía que es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una
bendición por la cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus
beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y
la santificación. Eucaristía significa ante todo acción de gracias.
Navidad
es hacer un esfuerzo para que la paz que tanto cantamos y pronunciamos se haga
realidad a partir de nuestro buen trato a los demás durante todos los días del
año.
En
ese sentido se puede decir que Navidad es cualquier día del año en que alguien
se acerca a Dios.
Todavía
hay muchas personas en nuestra sociedad que son despojadas de los beneficios
que pertenecen a todos, y son excluidas del disfrute de las oportunidades
económicas y sociales que en justicia le corresponden.
La Navidad tiene que ser un grito que llama a nuestros
corazones para decirnos que eso no está bien, que eso no corresponde a una
sociedad de gente que se considera buena y que habla de paz a los hombres y
mujeres de buena voluntad, no olvidemos que el hombre vale más por lo que es
que por lo que tiene.
Navidad eres tú cuando decides nacer de nuevo cada día y
dejar entrar a Dios en tu corazón. Navidad eres tú cuando tus virtudes son
colores que adornan tu vida. Navidad eres tú cuando iluminas con tu vida el
camino de los demás con la bondad, la paciencia, la alegría y la generosidad. Navidad eres tú cuando mandas al mundo un
mensaje de paz y conduces a alguien al encuentro con el Señor. Navidad eres tú
cuando das lo mejor que tienes sin importar a quién se lo das. Navidad eres tú
cuando perdonas y restableces la paz con tu prójimo, más aún cuanto más trabajo te cueste perdonar.
Es
Navidad, deseemos la paz unos a otros, hagámoslo de corazón. Si lo hacemos de
corazón no nos quedaremos sólo en palabras; si nos deseamos sinceramente la
paz, cada uno pasará a su tarea pacificadora y nos convertiremos en constructores
de la paz y de la justicia que le es inseparable.
Pidamos
por cuantos tienen que vivir la Navidad en la pobreza, en el dolor, en la soledad de la sociedad o en la soledad de un hospital, por los enfermos
y por los familiares que los acompañan; por los
familiares y amigos que viven en otros países o en otras ciudades lejos de nosotros, para que aparezca ante
ellos un rayo de la bondad de Dios, para que les llegue a ellos y a nosotros
esa bondad que Dios, con el nacimiento de su Hijo en el establo ha querido
traer al mundo.
Pidamos
a Dios que la violencia sea vencida con la fuerza del amor, que la prepotencia
se transforme en deseos de perdón, de justicia y de paz. Que los deseos de paz
y amor que nos intercambiamos estos días lleguen a todos los lugares del mundo.
Que la paz reine en nuestros corazones y en nuestras familias para que pasemos la
Navidad unidos ante el Belén.
El
Niño a quien hace más de dos mil años adoraron los pastores en un pesebre en la
noche de Belén, no se cansa de visitarnos en la vida cotidiana, todos los días
ocurren milagros aunque nosotros enfrascados en la rutina y en los avatares de
la vida diaria no seamos capaces de verlos.
Que
importante es ser realmente creyentes. Como creyentes reafirmamos con fuerza en
nuestra vida el misterio de la salvación que trae consigo la celebración de la
Navidad en Cristo.
En
Belén se manifestó al mundo la Luz que ilumina nuestra vida, se nos reveló el
Camino que nos lleva a la plenitud de nuestra humanidad.
Los
cristianos debemos reafirmar con profunda convicción la verdad del Nacimiento
de Cristo para así dar testimonio de nuestra fe.
Una
de las cosas a las que nos acerca la Navidad es a nuestra niñez. Todos
guardamos en nuestro corazón recuerdos
entrañables de estas fiestas, bonitas sensaciones de nuestra infancia y
juventud, Navidades que pasamos con nuestra primera familia, con nuestros
padres y hermanos; como de niños ayudados de nuestra madre, adornábamos nuestra
casa, como cantábamos ante el portal de Belén, y como al final de la Navidad,
esperábamos con gran ilusión, ese único juguete que nos traían los Reyes Magos,
único juguete que en muchas ocasiones teníamos que compartir con algún hermano.
Sentimientos alegres y también tristes o nostálgicos ahora en nuestra madurez, y en estos días volvamos a hacernos niños. Ahora somos nosotros los que con
nuestra nueva familia, la que nosotros hemos creado, adornamos nuestras casas, ahora
somos nosotros los que enseñamos a nuestros hijos.
Hay
muchas personas que dicen que no les gusta la Navidad porque les falta alguien
muy querido. Es verdad que son muchos
los que ya nos faltan, van quedando muchos huecos en torno a la mesa,
pero vienen nuevas generaciones, van naciendo nuevas vidas y creciendo la
familia con amigos y nuevos miembros.
Ahora
más que nunca, recordemos a nuestro padre y a nuestra madre, a nuestros
hermanos o a nuestros amigos que nos dejaron de forma prematura para reunirse
con el Dios al que alabamos. Sintámonos felices aunque ya no estén a nuestro
lado, porque ellos partieron para reunirse y esperarnos en la Casa del Padre.
Recordemos los buenos momentos que pasamos junto a ellos, todo lo bueno que
compartimos, y especialmente pongamos en
práctica lo mejor que nos enseñaron.
Celebremos
de manera especial la Noche Buena, unámonos todos ante el Niño que nace, la
Noche Buena es la fiesta de la familia.
Jesús
ha nacido, ahora no son José y María los que buscan posada, es el mismo Dios el
que la busca…. en nuestros corazones para que seamos fieles imitadores de su
vida.
Pongamos
manos a la obra y aportemos lo mejor de nosotros mismos para que todos los
hombres y mujeres de nuestro mundo se sientan más dignos, amados y respetados.
Sólo así nos podremos desear ¡¡¡Feliz Navidad!!!
Gracias.
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